Escuchad mi nombre. ¡Venid! Me entregaréis el alma, y yo, os prometo un lugar en mi reino. Os llevaré a mi casa y os meteré en una lata, porque yo soy el rey del pollo frito". A los que son algo antiguos les podrán sonar estos versos de una de las canciones de Ramoncín, un ahora tertuliano y antiguo rockero por el que corrían litros de alcohol por sus venas. Un pionero que vio venir que las franquicias americanas de cubos de pollo frito acabarían inundando las calles de toda España, incluidas las zonas históricas de las ciudades. Uno de estos sitios se ubicará de ahora en adelante frente al Ayuntamiento de Granada, donde en mitad del Juego de Tronos versión cutre que se está dirimiendo vendría que ni pintada la letra de Ramoncín. En el fondo la lucha de la Alcaldía es la de meter a los demás en la lata para prometer un lugar en el reino de la política de las cosas... o ¿eran más bien las cosas de la política? En definitiva, que a ver quién se convierte en el rey del pollo frito de esta ciudad que, por momentos, deriva en fritanga. Al menos, ahora después de los plenos pueden apaciguar los ánimos entre muslos y alitas.

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