Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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El rey temporero

Parece que el rey Juan Carlos piensa establecerse temporalmente en el extranjero y que volverá, en algún momento

En la película Con faldas y a lo loco, el millonario enamorado de Jack Lemmon, cuando el actor le confiesa que es un hombre disfrazado de mujer, le responde: "Nadie es perfecto". El rey Juan Carlos acaba de confesar que cometió algunos pecadillos privados en el pasado, que nadie es perfecto, y que va a añadir a su título de emérito, el de rey temporero. Pero como no estamos en tiempo de vendimia, no piensa ir a recoger la uva a Francia, y como las fábricas de automóviles no pasan por su mejor momento, tampoco emigrará a Alemania a montar Polos en la Volkswagen. Emigrar en patera no es una opción que hayan contemplado Casa Real y Moncloa, por lo de la cadera. Partidos hay que se lamentan de que no se le haya retirado el pasaporte, y un protésico ha declarado que con retirarle las muletas, bastaba. Ser Rey, tiene sus ventajas, puedes matar elefantes, que te rían las gracias, menos ingeniosas, y disponer de una red de funcionarios del Estado que hablen con las chicas que te gustan para que vengan a tu habitación, como Scheherezade, a entretenerte mil y una noches. Y sobre todo, accedes a la función pública sin oposiciones. Pero no dispones de vida privada. Se cuenta que Luis XIV hacía sus necesidades delante de toda la corte. De vida privada creía poder disfrutar mi amigo Pánfilo, jubilado de larga duración, pero ahora no está muy seguro, tras lo del emérito sexual, de que algún pecadillo de juventud no lo obligue a exiliarse. Del rey abajo -piensa-, todos. Teme que cuando se hagan públicos ciertos vicios privados de su vida pasada ("de los de mi vida futura", añade,"responda el Cielo y no yo"), tenga que salir de su querida patria, follao (en latín: celeriter). "Pero a mí no me va a pasar como al emérito, que se ha tenío que ir escupío, con una mano delante y otra detrás, el pobretico. He cargado mi bici con productos de la Vega. Y por si la pensión me da para establecerme en Cancún", me confiesa, "me he comprado un churro para aprender a nadar en esas playas paradisíacas". Le he dicho que es muy alarmista. Y que repase la Constitución antes de moverse de Cenes. "Quizá", le digo, "como todos somos iguales ante la ley, es posible que haya prescrito lo tuyo de pagarle al jardinero siempre en negro. En todo caso, espera a ver lo que dice el catedrático de Constitucional Pérez Royo, y haces lo contrario". Se me ha calmado.

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