El lanzador de cuchillos

¡Qué risa, María Luisa!

Los medios evidencian un miedo cerval a las 'barbijaputas' y odiantes del feminismo hipertrófico y al orfeón que les hace los coros

A los medios de comunicación les hace muchísima gracia que una señora le corte los huevos a su marido. Cuando son ellas las que disparan o apuñalan, el tono habitual de la información es el de la chanza o la caricatura grotesca; que a un pobre hombre su santa le envenene el cocido o lo emparede en el salón de casa desata una orgía de titulares jocosos prestos a disputar la batalla del ingenio a los tuiteros más entrenados. Salvo que no haya forma de enhebrar la broma y entonces se recurre al plan b: calumniar al muerto, que muere dos veces, y justificar a su asesina, buscándole una coartada moral.

No hay más que realizar una búsqueda somera en google y al instante tendremos ante nuestros ojos decenas de noticias relacionadas con la muerte de un hombre a manos de su pareja en las que el tratamiento del crimen es chistoso, exculpatorio de la mujer o difamatorio para la víctima. O las tres cosas a la vez.

Se cumplen ahora veinticinco años del célebre caso Bobbitt, que dio lugar a infinidad de titulares zumbones, como aquel tan celebrado de la revista Vanity Fair: "Usted lo pensó, ella lo hizo". Y seguro que recuerdan la noticia que difundieron hace unos meses distintos medios con idéntico animus iocandi sobre la joven inglesa que apuñaló a su novio "porque se había comido todas las patatas fritas". Por si la mofa no contribuía suficientemente a restar importancia al hecho criminal, se remataba la faena levantando, sin motivo alguno, sombras de sospecha sobre el comportamiento previo de la víctima.

Esa actitud evidencia un miedo cerval a las barbijaputas y demás seres odiantes del feminismo hipertrófico y al orfeón pusilánime que les hace los coros. Por decirlo de una manera coloquial: los medios, como buena parte del cuerpo social, están a-co-jo-na-di-tos. Y es que hemos llegado a un punto en que hay que armarse de valor para defender lo obvio; por eso me molesta profundamente tener que enfatizar que la violencia machista me parece abominable para hacerme perdonar el reproche al tratamiento periodístico habitual en las muertes de hombres a manos de sus mujeres. Soy perfectamente consciente de que las agresiones de mujeres a hombres no son un problema social, porque se dan en mucha menor medida que las contrarias, pero a veces, la mujer, como la luna del poema, viene "encapuchada, siniestra y verduga". Y aunque los medios se partan de risa, sus crímenes tampoco tienen ninguna gracia.

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