CUANDO se grita "al ladrón, al ladrón" la gente suele mirar al señalado y no se fija en quien vocifera. Es el caso del supuesto robo de España a Cataluña. La ficción parte de que el resto de la nación le compra a empresas catalanas más productos y servicios de los que le vende. El saldo positivo para Cataluña supera los 19.000 millones de euros al año. Eso genera empleo y beneficios en aquel territorio. Y los catalanes prósperos deben pagar más impuestos que sus modestos clientes del resto de España. Modestos, dentro de un orden: los empresarios del condado catalán le venden más a Cantabria que a Estados Unidos, a Murcia que a China, a La Rioja que a Japón y más a Aragón que a Francia o a Alemania.

El independentismo sostiene que Cataluña paga más impuestos que el gasto público que recibe y que ese desfase supone 16.000 millones anuales. Autores solventes como Josep Borrell o Luis Garicano reducen esa cantidad a 3.000 millones y rebajan al 1,5% de su PIB el déficit fiscal catalán desde el 10% que maneja Junqueras. Pero más allá de las cifras, conviene aclarar que Cataluña no paga impuestos, sino los ciudadanos que allí viven. Y los acusados del robo no son más que fieles clientes desde épocas de autarquía, privilegios y monopolios.

Por ejemplo, la dictadura de Franco decidió por decreto en 1949 fundar SEAT. Y le encomendó la tarea al Instituto Nacional de Industria. Se creó una sociedad en la que el INI tenía el 51%, la banca nacional el 42 y la FIAT italiana el 7% restante. El gobierno puso la fábrica en Barcelona, en vez de en Cádiz, Vigo, Mérida o Valladolid. En esos tiempos de posguerra, Andalucía, Galicia, Extremadura o Castilla pusieron los emigrantes, en esta industria y en otros muchos sectores.

Mañana el Parlamento catalán debate una propuesta de independencia presentada por dos grupos que tienen mayoría en escaños, pero no en votos. Estas cosas pasan en las mejores familias: en 2000 Bush fue presidente de Estados Unidos con medio millón de votos menos que su oponente demócrata Al Gore. Es lo que tiene la democracia indirecta y sistemas electorales no proporcionales. El método D'Hondt que ahora Ciudadanos propone cambiar, ha permitido en Cataluña una mayoría inversa a la voluntad popular sobre la secesión. Y por ese agujero se precipitan mañana los esforzados propagandistas del España nos roba en sesión doble: primero moción independentista y a continuación investidura de un presidente.

Una heterogénea alianza de burgueses conservadores y radicales antisistema se dispone a tirar una piedra en el estanque nacional. Un gesto que robará globalmente a todos los españoles puntos de la prima de riesgo, inversiones extranjeras y estabilidad política o económica. Y a los proveedores catalanes de bienes y servicios les robará una parte de su principal mercado: la clientela española, cansada y aburrida de la soberbia y superioridad étnica que transpira el soberanismo. Todos perdemos.

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