Quousque tamdem

Luis Chacón

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El rostro derrotado de la victoria

Nacidos en democracia, han alcanzado el poder desde el partido. Su carrera sólo existe entre sus siglas

Las imágenes son libros abiertos. Un paseo por el Prado cuenta más historia de España que alguna enciclopedia. El devenir del PSOE andaluz y su influencia en nuestra historia reciente podría relatarse con un puñado de fotografías ordenadas cronológicamente. La de la tortilla en los pinares de Puebla del Río; la de Felipe y Guerra, asomados a una ventana del Palace, la noche electoral de 1982; las de las mayorías parlamentarias aplastantes, las de la inauguración de la Expo, la de los expresidentes Chaves y Griñán en el banquillo y la de la señora Díaz en la infausta noche del 2 de diciembre. Al PSOE andaluz le ha pasado como a los Austrias que nacieron con la gloria del Emperador Carlos, alcanzaron su cenit con Felipe II y se degradaron hasta desaparecer en la triste figura de Carlos II, el rey hechizado. Cinco reyes y cinco presidentes. Ascenso y caída de dos dinastías que disfrutaron de todo el poder y de las mieles del triunfo. Hasta que llegó la más amarga de las victorias.

El rostro desencajado y compungido de Susana Díaz decía más que mil columnas y cien editoriales. Era la viva imagen del fracaso. El fin de una era que nació con el socialismo europeísta y acaba con el peronismo trianero. La otrora poderosa presidenta de Andalucía que acarició con la punta de los dedos la Secretaría General del PSOE había caído, en poco más de año y medio, desde la cumbre de su gloria hasta la ciénaga de los peores resultados del socialismo andaluz en unas autonómicas. Ella, u otro socialista, volverán al poder algún día pero ya nunca será igual. Convertirse en el epígono de una dinastía de gobernantes no debe ser plato de gusto. La madrugada del 3 de diciembre debió generar en Susana Díaz los mismos sentimientos que la noche del exilio en un rey destronado. Quizá nunca creyó que podría verse en la tesitura de abandonar San Telmo. La era de las mayorías absolutas terminó hace mucho pero ser el partido de gobierno parecía una realidad inamovible. Por eso la sorpresa fue tan dolorosa. Porque la desbandada fue también entre los que creía suyos.

La señora Díaz ejemplifica a su generación política. Nacidos en democracia, han alcanzado el poder desde el partido. Su carrera sólo existe entre sus siglas. No saben afrontar una entrevista de trabajo ni han preparado una oposición. Por eso, su rostro reflejaba, más que una derrota electoral, la derrota de un modo y el fin de un medio de vida.

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