Bloguero de arrabal

pablo Alcázar

El sacrificio real

LOS miembros de la Casa Real, siempre que la ocasión lo permite, gustan de aparecer ocupados en quehaceres no muy diferentes de los que llenan los días de los demás ciudadanos. Una de las infantas es maestra y ejerció en su juventud en un colegio privado. Otra, estudió también una carrera universitaria, regateó y pescó a un jugador olímpico de balonmano muy emprendedor. El futuro rey, Felipe VI, fue educado como cualquier hijo de la burguesía, estudió en las academias militares y se casó con una periodista de clase media.

La construcción de un héroe, la formación de un príncipe, exigía en el Renacimiento -y así lo recetó Maquiavelo- un punto de crueldad, un escrúpulo de fiereza, sin llegar a ser odiado. Hoy, el lanzamiento y promoción de un líder necesita de un tratamiento adecuado en los medios de comunicación, que, desde luego, no puede ser el mismo si el personaje que hay que vender parte de la nada o si procede de estirpe regia. El cineasta Abel Gance, en su notable película Napoleón, pone el acento desde el principio en los elementos diferenciadores, en los estigmas y signos excepcionales que desde la infancia acompañan al héroe plebeyo que tiene que diseñar: un águila real que no lo abandona desde los 10 años, un círculo luminoso que abraza la figura de Napoleón, un gesto arrogante y un comportamiento limpio de cobardía y de mezquindad. Napoleón, en el film de Gance, es decorosamente fiel, desde la infancia, a la excelencia de un destino que parece conocer. Pero, cuando se es heredero de un reino, en una monarquía parlamentaria, la retórica de la excepción exige que el héroe recorra meticulosamente la escala de lo cotidiano, de lo vulgar. Que agote todas las estaciones de lo acostumbrado. Como si debiera hacerse perdonar la potestad heredada, en un Reino que destierra en su Ley Suprema los privilegios por razón del nacimiento.

En su afán de parecerse a la gente corriente, algunos miembros de la familia real, los más sacrificados, tienen cuentas en Suiza o se han implicado, supuesta y desganadamente, en operaciones de corrupción y blanqueo de dinero. Pensando siempre en el bien de España -y menos en el propio- hasta han obligado a algún juez comprensivo a que los imputes en procesos judiciales. Incluso se han ido de caza, como cualquier político provincial. Hasta se han sacrificado, haciendo el amor con sus amigas -como cualquier constructor de éxito- con el pensamiento puesto siempre en la patria.

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