La salida del callejón

Cuanto más parecían acercarse las posturas de PSOE y Podemos, más se manifestaban las diferencias

Paradójicamente cuanto más parecían acercarse las posturas de PSOE y Podemos más se ponían de manifiesto las profundas diferencias que hay entre ellos. La socialista es la organización más veterana del país, con la más dilatada experiencia de gobierno y, a la que, en muchas ocasiones, la responsabilidad le atenaza en exceso. Por contra la formación morada es el partido más joven, cargado de voluntarismo y con un punto de infantilismo y adanismo muy acusado. Estas diferencias se pusieron de manifiesto cuando se conocieron los distintos posicionamientos que cada uno tenía sobre la función y el papel del gobierno que pretendían formar. Para Pedro Sánchez, su principal preocupación, y lo llevaba reiterando varios días, era la de conseguir un equipo sólido, leal y cohesionado. Era a su juicio lo que España necesitaba en la actual coyuntura política. Por contra, de los últimos movimientos de Pablo Iglesias se deduce que para él los ministerios son, fundamentalmente, un escenario idóneo para que cada uno puede mostrar sus habilidades y que deben funcionar como reinos de taifas, de forma autónoma y diferenciada, sin más ilación con el resto de la administración que la formal reunión del Consejo. Con unos conceptos tan dispares el acuerdo se tornaba imposible.

Sin embargo, en el actual callejón político en que nos encontramos la salida sigue estando a la izquierda. No es pensable otro escenario posible que no sea considerar a U.P. el socio preferente de los socialistas. No cabe esperar del PP otro papel que el de testigo regocijado de las dificultades que la izquierda tiene para formar gobierno y el Cs bastante tiene con intentar proclamarse como las más agria oposición a los socialistas y, a la vez, pactar con Vox sin que se le note demasiado. En estos momentos, y de acuerdo con la voluntad mayoritaria, sólo un gobierno progresista, firmemente anclado en la izquierda, puede reponer en este país los derechos laborales, los niveles salariales y las prestaciones sociales que se debilitaron con la crisis del 2008. El problema está que esta nueva negociación, que tiene que dar por terminado ya reproches y acusaciones mutuas, no puede repetir los errores tácticos de ritmo y discreción en los que se ha incurrido y habría que hacer el esfuerzo de partir de cero. Y vistas las diferencias actuales a lo mejor el tiempo es el mejor aliado para futuras coaliciones y ahora merecería la pena iniciar la andadura mirando a Portugal, que la fin y al cabo no está tan lejos.

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