bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

Sin sangre y por internet

CARRILLO ha sido un político benemérito hasta el final. E incluso más allá, porque ha conseguido que su muerte tenga efectos beneficiosos para algunos. Desde que cayó el Muro, los anticomunistas de piñón fijo (los que sustituyeron al demonio del dualismo cristiano por el comunismo) se quedaron sin enemigo al que dirigir sus exabruptos. Y no sólo en España: en las fotos de la llegada a Torrejón del general Eisenhower, en 1959, se advierte la presencia, entre 'Ike' y Franco, en funciones de traductor, del diplomático Vernon Walters, poseedor de uno de los repertorios anticomunistas más vistosos de la Guerra Fría. Justificó la guerra de Vietnam y, tras la derrota y el abandono del país asiático por parte de los USA, se dolió de haber dejado a 39 millones de personas bajo "una dictadura comunista feroz". Tras la caída del Muro, como un autómata, siguió desgranando en conferencias y entrevistas sus argumentos contra el comunismo. Incansable. Aquí la muerte de Santiago Carrillo ha activado, en la Razón, en ABC y en Intereconomía, un anticomunismo feroz de Guerra Fría, con una argumentación tan oxidada como la de los laicistas que no saben qué hacer en una sociedad absolutamente paganizada y se oponen a la religión vacía de procesiones y romerías con los argumentos que emplearon sus abuelos contra el nacionalcatolicismo. De la operación de desmontaje absoluto de cualquier pequeña virtud, o acierto, que adornaran al otrora líder del PCE, nuestros anticomunistas de guardarropía han salido muy reconstituidos: se han merendado a don Santiago, a dos carrillos. Al presidente Rooselvet le costó trabajo convencer a su país de la necesidad de entrar en guerra contra Hitler, porque la mayoría de los americanos pensaban que los europeos estábamos locos y que nos gustaba organizar un guerra cada 20 años. Nuestros terminators patrios parecen empeñados en darles la razón. Ahora el cuerpo les pide guerra. Lo cutre de estos obcecados es que afilan las mismas hojas de sílex que les sirvieron para las contiendas anteriores. Y se equivocan, porque creen seguir necesitando a los militares golpistas de la Guerra Civil y creen tenerlos bufando en el corral, montados en los cuatro mulos burriciegos del Apocalipsis ibérico, preparados para salir de nuevo a la palestra con sus brillantes soluciones para asolarlo todo. No han reparado en que los exterminadores han actuado ya y que la aniquilación de los débiles está en marcha. No ha habido que mandar a Franco a Canarias a incubar el huevo de la serpiente. Todo se ha hecho sin sangre y por internet.

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