Pensándolo MEJOR

Miguel Hagerty

Entre semántica y semítica

NO sé si la Junta ha vuelto a cambiar de idea e incluir de nuevo el árabe como opción a Segunda Lengua Extranjera en algunos institutos -aunque a la vista de la virulencia de las reacciones (muchas con tintes racistas o xenófobas) en contra- es de suponer que no porque una política valiente requiere políticos valientes y, lamentablemente, escasean por estos pagos.

Repasando los comentarios de los que están en contra, con todo el derecho del mundo, naturalmente, es difícil reprimir una sana risa por la combinación de incultura -se habla del "idioma magrebí"- y el empleo constante de la lógica circular en todos sus planteamientos -"tengo razón porque tengo razón"-, vienen a decir. Los comentarios que limitan lo soez no merecen un comentario más allá del puro desprecio.

Evidentemente, recurrir a la prohibición de un idioma como arma política, o como expresión de odio cultural y hasta racial, es una práctica que no carece de antecedentes en este país: allí estaban los franquistas prohibiendo el euskera y el catalán; y, después, los vascos y catalanes, para no ser menos, prohiben el castellano; los Reyes Católicos prohibieron el caló, y un largo etcétera. Es hasta milagroso que no hayamos terminado hablando el lenguaje de los signos para hacernos entender.

Es muy difícil hacer entrar en razón a quienes todavía se identifican con la expresión "habla en cristiano"; frase perfectamente explicable desde un punto de vista histórico pero difícilmente aplicable al siglo XXI, pero eso no parece importarles porque están cegados por el odio. "La razón de la sinrazón que a mi razón se hace…" se burlaba Cervantes de los que se hacen un lío al expresarse. Confunden semántica con semítica; contenido con forma; política con idioma.

Lo digo tanto a los que tan violentamente se expresan en contra, como a los de la Consejería de Educación. Esto de los idiomas sólo se trata de comunicarse; no es tan complicado. Si habría que adjudicar un significado político a cada idioma, además de poner trabas para poder balbucir la más primitiva de las ideas, nos pondría la sociedad entera patas arriba.

Por no ir más lejos en la historia, los habitantes de la Bahía de Cádiz tendrían que prohibir el inglés por la faena criminal que les gastaron los americanos de Delphi hace bien poco; en Granada, el francés debería estar prohibido por haber intentado volar la Alhambra las tropas napoleónicas bajo las órdenes de otro inculto, el Mariscal Soult. Tonterías, evidentemente.

Que se dejen de tonterías y dejen a nuestros alumnos estudiar los idiomas que quieran tranquilamente, que necesita concentración.

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