Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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El sentido común

El sentir común, que parece emanado del pueblo, está trufado de ideas que favorecen a los intereses de los poderosos

A Trini Llompart, heroína de la sanidad pública catalana

En la tradición oral, el sentir común del pueblo se solía encontrar plasmado en refranes, cuento y consejas, transmitidos oralmente, al igual que recetas de cocina, consejos de sanación, propiedades de las plantas medicinales, mitos, vidas de santos y blasfemias; las pericias de la agricultura, los secretos de los oficios manuales; cómo fabricar la rueda de un carro, las herraduras de un mulo, el arado romano o las jamugas de las bestias. El filólogo Lázaro Carreter, en la estela de Gramsci, habló de que ese sentir común, que parece emanado del pueblo y para el pueblo, está profundamente trufado de ideas reaccionarias que favorecen los intereses de los poderosos más que los de las clases populares. ¿A quién beneficia el consejo, aceptado y reproducido por la gente más humilde, de que hay que ser pobre pero honrado? Mejor ser pobre y engañar a los adinerados, mejor ser pobre y robar a los ricos, para dárselo a los pobres, como cuenta la leyenda que hacían Robin Hood y el Pernales. Pero ser pobre y honrado, es decir, jugar con la misma baraja marcada por los dueños del casino, o por sus croupiers, no parece sensato. En la presente crisis, en nombre del sentido común, se insta a la población activa a salir ya a la calle a trabajar; para "salvar la economía", se les dice. Se pide a trabajadores empobrecidos, sin contrato o con contratos basura, que se comporten honradamente con el capital, que lo apuntalen. Que arriesguen sus vidas, para que éste siga proporcionándoles indefinidamente contratos basura, trabajos eventuales, trabajos forzados, trabajo esclavo. "¡Todos estamos en el mismo barco!", proclaman los sentidocomuneros. Pero en los barcos, también hay pasajes de primera y de tercera clase. Y polizontes, sin pasaje y sin papeles, que jamás son invitados a cenar en la mesa del capitán. Los más osados, dueños de una insensatez sin sentido, como Trump o como su émula, la presidenta Díaz-Ayuso, nos explican que "todos los días hay atropellos y no por eso prohíbes los coches". Normal que digan eso: ellos, que nos atropellan todos los días con sus actos y con sus mentiras, jamás se bajan del coche para socorrer a las víctimas y siguen circulando con impunidad absoluta, sin que nadie los pare y les retire el carné por su forma insolente de conducir.

Resumen: Trump y su émula, Díaz- Ayuso, dueños de una insensatez sin sentido, nos atropellan, impunemente, todos los días.

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