Casi tan habitual como el arranque de LaLiga o el clásico parón de seleciones tras la segunda o tercera jornada del campeonato es recibir septiembre con una buena tormenta. Así el calor veraniego se alargue casi hasta las postrimerías de octubre o remita de manera repentina al finalizar agosto, la realidad es que el noveno mes del año no es tal si no llega acompañado de una tromba de agua inesperada y virulenta. El agua siempre anticipa buenos augurios a los regantes y sofoca los efectos del verano, al tiempo que se acumulan reservas con las que evitar sequías en el estío posterior. Además, la fuerza de la madre naturaleza es incontrolable. Hasta ahí todo bien. Lo que no parece tan normal es que se empiece a convertir en rutina habitual que esos aguaceros colapsen municipios enteros o la misma capital. Primero llegaron las inundaciones en Campotéjar; después los cortes de luz en Atarfe, Pinos Puente y Albolote y ayer fue todo el Área Metropolitana, especialmente Ogíjares, la que sufrió los efectos del temporal. Las administraciones deben tomar nota y acometer mejoras que amortigüen los daños y eviten que septiembre sea el mes de las mil incidencias pluviales.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios