Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Y al séptimo reventó

Hasta siempre, domingo, playa infantil, campo de fútbol con porterías de piedra, hasta siempre.

Te fuiste sin despedirte, sin que me diese cuenta apenas, ocupado, como he estado durante años, en trabajarte después de que los periódicos suprimieran las viejas hojas del lunes donde tantos periodistas debutaron y los compañeros veteranos cargados de hijos y de deudas ganaban unas pesetas para desahogar el sueldo. Pero te recordé la semana pasada, en tu día precisamente, porque un domingo de agosto en una ciudad interior es la pepita del ocio: silencioso, lento, vacío a ratos… como lo eras tú entonces. Sí, domingo, querido holgazán, tú fuiste el primer sacrificado en el altar de la libertad de comercio, la primera víctima de la globalización neoliberal, del nuevo orden económico mundial. Se te fue apagando la luz, te derrumbaste antes que las cajas de ahorro, las tiendas de barrio, las grandes pantallas de cine, los derechos laborales y los sueldos dignos. Para que vamos a engañarnos, viejo amigo: te han cosificado, te han puesto a ganarte el pan con el sudor de la frente de aquellos trabajadores pobres que no llegan al 25 tras bregar seis días, o de los que sólo se ocupan en sustituir o reforzar el fin de semana a los fijos. Tú eras, de entre todas las jornadas, la única dedicada al hombre y no al negocio, la hoja perezosa y somnolienta del almanaque, el ágora temporal, la plaza pública del calendario; y aún recuerdo cuando amanecías más tarde, cuando eras la fecha en que se resucitaba y se vivía, cuando por ti transitaban todos los dioses celestiales y terrenales: Cristo a las doce, Cruyff a las cuatro, Brando y la Loren a las ocho…

Tú, derrotado e industrioso domingo, eras el templo del ocio del que Jesús echó a los mercaderes. Pero ellos volvieron, te compraron, te convirtieron en 24 horas más de rutinaria fatiga, y te vendieron de nuevo a la Shell, a Ikea, a los grandes centros comerciales, a los vikingos con sandalias y calcetines blancos y a los hijos del sol naciente por un vaso de gazpacho y una paella mixta. Tu pérdida ha sido un Stalingrado laboral, una derrota global y definitiva, porque contigo, y pese al blablablá sobre la conciliación laboral y familiar, han robado el tiempo que dedicaban los hijos a sus padres, los padres a sus hijos, los amigos a los amigos y todos al descanso… así que ya no hay manera de santificar la fiesta, de cumplir con el más amable de los mandamientos. Te recuerdo, domingo. Añoro tu luz y la tristeza de las tardes previas al lunes parido por la furia porque hoy, justo hoy, trabajo… y no olvido lo que tanto me repitieron en misa de pequeño: "Al séptimo reventó".

Hasta siempre, domingo. Nosotros, que fuimos niños, y ahora somos pobres, te echamos mucho de menos. Hasta siempre.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios