Paso de cebra

josé Carlos Rosales

Una simple conversación

Amí también me gustaría reunirme con algunos dirigentes políticos españoles. Me gustaría reunirme con ellos y hablar de problemas reales, reunirme y tomar un humilde café mientras sus asesores o responsables de comunicación se paseaban aburridos por las reducidas dependencias de mi casa. Pero yo no soy presidente de ningún gobierno. Ni siquiera soy presidente de mi bloque, sólo fui (una vez) vocal de mi escalera. Aunque, ahora que lo pienso, recuerdo vagamente que una vez fui presidente de una asociación de cuyo nombre ya no podría acordarme; entonces tuve que soportar que me acusaran de reglamentista al procurar que se cumplieran los estatutos, al pretender que sólo se pagaran los gastos debidamente aprobados en la Junta Directiva o al sugerir que se consultaran con la asamblea de socios iniciativas y propósitos, propuestas o programas. Tuve que dimitir, ya se sabe, los españoles no estamos inclinados a cumplir en nuestra propia casa lo que exigimos que se cumpla en la de los demás. Así que carezco de méritos para que Albert Rivera o Pedro Sánchez vengan a mi casa a escuchar lo que pasa con el transporte público del Camino Bajo de Huétor. Además no tengo colaboradores o asistentes que llamen por teléfono a los asistentes y colaboradores de Pablo Iglesias, o de Mariano Rajoy, para cuadrar agendas, fijar una cita, pactar un protocolo. Yo sólo tengo un sofá, dos butacas y una cafetera. Poca cosa. Pero tampoco pienso que haga falta mucho más. Se trata de una simple conversación, no de una cita de amor. Podríamos hablar de los oscuros laberintos del Centro Lorca, del AVE que nunca llegará, del tren metropolitano que tantas zancadillas ha tenido que sufrir, de la Biblioteca de Andalucía (todavía sin solar, sin edificio, desde hace más de veinte años), de un patrimonio que navega sin rumbo, de las casas del siglo XVI que se venden al mejor postor, de los museos que no existen (siempre prometidos y nunca realizados)… En fin, podríamos hablar de muchas cosas, incluso podríamos hablar de Cataluña, por ejemplo, de por qué no se puede aprender catalán en los centros escolares andaluces. Pero hablar conmigo no les daría votos, yo no soy campeón de Fórmula 1, no he ganado el Roland Garros ni soy tertuliano de la Sexta. Así que seguiré hablando con el vecino de arriba, con mi peluquero habitual o con el qiosquero del barrio, ese que cada día me dice que se venden muy pocos periódicos, que cada cual va a lo suyo, que nadie va a lo de todos.

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