Fíjense en lo contradictorio de la imagen. Salta a la vista que el dueño de este perro se preocupa por él lo suficiente como para no dejarlo a la intemperie -con el frío y la persistente lluvia que no se anima a dejar la provincia- sin ningún abrigo. También le tiene el cariño suficiente para no arriesgarse a que escape, de ahí que permanezca atado a un banco. Ahora viene la contradicción. Esa cuerda, con ocho nudos y que ni siquiera llega a un collar, hace pensar que ese perro no vive una buena vida. Como tantos otros perros. Y, desgraciadamente, como tantos otros humanos.
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