La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La soledad como epidemia

La soledad no deseada ya se considera una epidemia que daña y acorta la vida de las personas mayores

La creciente soledad no deseada se considera ya una epidemia que, según la OMS, "acorta la vida de las personas mayores y daña su salud física y mental y su calidad de vida". Y el futuro no pinta bien. Si hoy el grueso de solitarios involuntarios está formado por personas mayores que han perdido sus parejas o algún familiar conviviente, y cuyos hijos se independizaron para formar su propia familia o vivir solos, en un futuro no tan lejano su número se incrementará dado el constante aumento de hogares unipersonales en Europa: si en España representan ya un 26% en otros países europeos alcanzan el 57 (Suecia), 43 (Países Bajos) y 42 % (Alemania). Este parece ser el camino que seguiremos. En nuestro país son cerca de 4,7 millones, de los que 2 millones corresponden a personas mayores de 65 años.

Apetecer, en vez de temer, la soledad es propio de un carácter maduro y fuerte. La independencia personal es una conquista. La familia tradicional que tantos valores aportaba y contenía no pocas veces era la versión doméstica de la famosa elección entre libertad y seguridad, en la que la primera se sacrificaba a la segunda. El retén de guardia doméstico, tan importante para que el núcleo familiar pudiera acoger a los más pequeños y los más mayores prescindiendo de guarderías y residencias, estaba siempre injustamente a cargo de las mujeres/amas de casa. Todo esto es cierto. Pero también lo es que la soledad deseada va dejando de ser un privilegio conforme se cumplen años y se pierde autonomía, que la independencia conquistada tiene un precio que se hace más gravoso conforme pasan los años y que los cambios sociales, económicos y de mentalidades y costumbres transformó o erosionó la estructura familiar tradicional sin ofrecer o sin encontrar más alternativas -en lo que a las personas mayores se refiere- que esta soledad no deseada que ya se considera una epidemia.

Dado que se trata de cambios en los que el imperativo económico se trenza con aspiraciones personales hasta hacerse imposible saber qué sea lo impuesto y qué lo deseado, esta nueva situación no afecta, o lo hace en mucha menor medida, a quienes más recursos tienen, y pueden pagarse acompañamiento y cuidados, y en mayor y muy cruel medida a quienes carecen de recursos. "Es imposible repetir demasiadas veces que lo que ha destruido la familia en el mundo moderno ha sido el capitalismo", escribió Chesterton.

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