pieza suelta

José Antonio / Pérez Tapias

La sombra antiecológica

EN contraste con lo agradable de un soleado día otoñal, hay noticias que extienden una oscura sombra sobre nuestro presente. Como contemporáneos bien haremos en seguir a Giorgio Agamben cuando sugiere que nos apliquemos a "saber ver la sombra de nuestro tiempo". Y este, el de una mala economía, arroja una negra sombra antiecológica.

Tenemos las malas nuevas de las medidas disciplinarias que Merkel von Bismarck y Sarkozy Bonaparte quieren imponer a todos los europeos, volcadas sobre los grilletes del límite de déficit y tendentes a escindir la UE mediante reforma de tratados que ate fuerte a quienes estén en el Eurogrupo. Con comportamiento que humilla a los demás y que ningunea a las instituciones comunitarias, no sólo, como ha denunciado el sociólogo alemán Ulrich Beck, se desprecia la democracia, sino que se alejan las perspectivas de un resurgir económico que nos saque de la recesión. Una Europa venida a menos es la que se muestra incapaz de hacer valer criterios de sostenibilidad allá donde se ventila el futuro de la naturaleza y con ella el de todos.

A los desatinos económicos acompañan desaciertos en cuanto a ecología, los cuales dibujan el inquietante porvenir de una Tierra amenazada. La crisis económica refuerza la ceguera de quienes no quieren ver los graves problemas medioambientales que tenemos. La cumbre del clima que se celebra en Durban (Sudáfrica) ya ha desistido de acuerdos que consoliden el Protocolo de Kioto respecto a reducción de gases de efecto invernadero. Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, lo ha confirmado sin ambages. China da largas -teniendo una elevadísima contaminación en Pekín- y los EEUU marean la perdiz en cuanto a compromisos. Emergentes como India y Brasil no quieren acuerdos percibidos como obstáculos para sus expectativas de crecimiento.

Precisamente Brasil, que suscita admiración por un despegue económico compatible con la reducción de las desigualdades, nos ha deparado la mala noticia de una ley que abre más las puertas a la deforestación de la Amazonía. Con ella se decreta el final de aquellos "milagros de una naturaleza sin fin" que exaltaba Stefan Zweig cuando ese enorme país le recibió al abandonar Europa al comenzar la persecución nazi a los judíos. ¡El derecho al desarrollo no puede pervertirse bajo presión de lobbies madereros y agropecuarios!

Para remate, en Andalucía nos ha asaltado una desagradable sorpresa: el Tribunal Supremo ha eximido a la empresa sueca Boliden de pagar los 90 millones de euros que costó la recuperación del entorno tras el desastre provocado por la rotura de su balsa de residuos. Es noticia que no favorece la conciencia colectiva acerca de que o la economía del futuro es ecológica o la Tierra nos hará pagar como catástrofes de mañana las amenazas que hoy blandimos sobre ella.

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