Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La sombra del padre

Felipe VI tiene una hipoteca de la que no logra zafarse: la sombra de Juan Carlos se proyecta sobre su reinado

Le sucedió en el mensaje de Nochebuena y volverá a pasarle hoy en el que se dirige al Ejército con motivo de la Pascual Militar. Son los dos discursos más importantes que pronuncia a lo largo del año y sobre ambos sobrevuela la sombra del padre. Felipe VI está desarrollando una labor como Rey irreprochable, llena de prudencia y de sentido común. Pero tiene una hipoteca de la que no logra zafarse: la presencia ausente de Juan Carlos I desde esa suerte de exilio de lujo en una de las teocracias que dominan la Península Arábiga. Esa hipoteca no la terminará de pagar el monarca reinante, aunque finalmente la Justicia dé por archivadas todas las investigaciones en las que ha estado incurso Juan Carlos y aunque vuelva a España a vivir con discreción y sin dar mucho que hablar los últimos años de su vida.

La figura del joven Rey que sucedió a un dictador y que trajo la democracia en una operación política y social de enorme éxito, que cambió para siempre su país, volverá a emerger. Pero será dentro de mucho, cuando la Historia ponga las cosas en su sitio y en el balance de Juan Carlos I pese más lo que más peso va a tener en términos de trascendencia histórica. Pero, por ahora, eso no va a suceder. Su reinado está manchado por su final abrupto y todo lo que ha sucedido después. La opinión pública española ve ahora las corinnas, los botsuanas, las comisiones millonarias, los artefactos financieros para ocultar millones en el extranjero, la familia rota por sus errores de todo tipo… Y no el Rey valiente y decidido que en apenas tres años transformó una dictadura casposa y fuera del tiempo por una democracia europea que el mundo admiraba.

Pero es la imagen que proyecta ahora la que condiciona la vida de su hijo. En las palabras de Felipe VI, volverá a pasar hoy en la Pascua Militar, se escudriñarán posibles referencias indirectas al padre y los mensajes que quiera trasladar se verán irremediablemente distorsionados. Juan Carlos I está presente en las actividades oficiales de su hijo y le impide ser el Rey que quiere ser por actitud personal y preparación. Aún así Felipe VI representa una monarquía del siglo XXI más austera y efectiva que muchas de las europeas con la que se puede comparar. Pero está condenado a luchar contra un pasado que no es el suyo y contra una sombra que se convierte para él en una losa.

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