La sonrisa del lector

Era Gistau quien decía que la principal tarea del columnista era reparar en lo ínfimo antes de trascender a la verdad

Aveces me siento indignado por lo que pasa a mi alrededor, pero soy incapaz de transmitir mi indignación a los electores. En tiempos en los que hay mucha gente asustada por el covid, en los que al Ayuntamiento de Granada lo han puesto de nuevo mirando pa Cuenca (a ver si arreglas esto, Paquito) o en los que reaparecen los incendios intencionados en la provincia, parece que ponerse a escribir sobre el calor que hace o sobre el canto de un colorín, es tarea frívola y acaso desaprovechada. Una de las imposiciones que se le pide a un columnista es que destile malaleche en cada renglón que escribe. A veces yo también lo creo, pero luego pienso que no hay que tensar tanto al personal y doy por sentado que si quiero mantener el espíritu de una columna de vez en cuando hay que escribir de lo que le pasa al vecino cuando saca el perro a pasear o sobre el frutero que ha subido el precio de los aguacates. Mi mayor deseo y casi mi único objeto es sacarle al lector una sonrisa o transmitirle una emoción, que para eso ha pagado un euro y pico por el periódico o al navegar por la red se ha tenido que tragar decenas de anuncios antes de llegar al final, como esos bacaladeros que han sorteado los icebergs del Ártico antes de sustraerle la pieza al mar. En fin, que me atrae más contarles un sucedido gracioso antes que atizar el fuego de la crispación general. ¿Qué consigo si les digo que los que nos gobiernan son unos incompetentes que solo son capaces de animarse cuando ven que se la hemos puesto a huevo para conseguir la carambola con la que estar cuatro años más? Entre otras cosas porque ustedes ya lo saben y repetírselo sería como aquellas catilinarias que nos echaban los maestros de antaño para no repetir la barrabasada que habíamos hechos y con la que habíamos alcanzado la felicidad. Era Gistau quien decía que la principal tarea del columnista era reparar en lo ínfimo antes de trascender a la verdad, que por otra parte nadie sabe cuál es en realidad. Así que hay días como éste que prefiero alegrarles la mañana contándoles algo gracioso que me ha sucedido o el último chiste que me han contado. El del marido que le dice a su mujer: "Nena, estás haciendo progresos, sólo te has tirado tres cuartos de hora al teléfono. ¿Quién era?". Y ella le contesta: "Se habían equivocado".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios