Editorial

Una subida cien veces anunciada

TODO indica que el Gobierno acometerá, de cara a los Presupuestos del año 2011, la subida de impuestos que venían reclamando algunos miembros del Ejecutivo. El último en pronunciarse sobre ello fue José Blanco, ministro de Fomento y número dos del PSOE, aunque éste fue corregido por la titular de Economía, Elena Salgado. Las posiciones enfrentadas en el seno del Ejecutivo pivotaban entre quienes opinaban que una subida del IRPF para las rentas más altas tendría una escasa repercusión en la recaudación -éstos eran básicamente los componentes del equipo económico- y los que mantenían que era necesario incrementar los impuestos para aquellos que más ganaban una vez que a los funcionarios se les ha reducido el sueldo, a los jubilados se les ha congelado la pensión y a todos los consumidores se les gravó con un IVA_más alto. La segunda opción, que parece que es la que ha triunfado, es una alternativa no exenta de intencionalidad política. El Gobierno de Rodríguez Zapatero intenta equilibrar su perfil. Hasta el mes de mayo pasado, Zapatero hacía alardes de su política social, pero todo ello se le vino abajo cuando aprobó las duras medidas de ajuste a las que le obligó la Comisión Europea. A las puertas de una huelga general, la subida impositiva puede obedecer más a una razón política que económica. En el caso de que el tipo marginal del IRPF_(ahora es del 43%) llegue al 45% se recaudarán 450 millones de euros, y si es el 47%, una cifra cercana a los 1.000 millones de euros. No obstante, habrá que esperar a la tramitación presupuestaria o al Consejo de Ministros de mañana para analizar cuál es el calado de este ajuste fiscal. Hay un hecho que el Gobierno central debe tener muy en cuenta, y es la subida del IRPF que ya han acometido algunas comunidades autónomas, entre ellas Andalucía. La Junta elevó los tipos a partir de las rentas mayores de 80.000 euros. En el caso de que las subidas sean acumulativas -por ejemplo, que el Gobierno central subiera hasta el 47%- habría contribuyentes que pagarían hasta el 50% de sus rentas del trabajo, lo que resulta a todas luces excesivo. Y ése es otro asunto a considerar: lo que se viene a gravar son los esfuerzos del trabajo, no otro tipo de rentabilidades más sustanciosas.

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