Garzón habló y la ha liado. Vayamos un momento a las fuentes, como ejercicio de comprobación. Garzón dijo en una entrevista, en The Guardian, que, atención, la ganadería extensiva tradicional española es sostenible, algo objetivamente bueno, a diferencia de las macro-granjas que "encuentran un pueblo en una parte poco poblada de España y meten cuatro, cinco o diez mil cabezas de ganado. Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan su carne de baja calidad de estos animales maltratados." Fin de la cita.

Garzón es ministro de un gobierno colegiado del que desconocemos sus debates, las deliberaciones del órgano son secretas (algo que igual habría que replantearse en términos de transparencia democrática, no vaya a ser que hablen de fútbol los martes, mientras aprueban sin leer los decretos que preparan asesores áulicos). Desconocemos, por tanto, si este debate singular se ha mantenido en su seno. Debemos intuir que no porque las normas en nuestro país permiten la ganadería intensiva. Es cierto también que alguna vez hemos sabido que, en ciertos pueblos, hay oposición de parte de la población, incluso mayoritaria, a la instalación de estas granjas, como lo es también que, otras veces, concitan apoyos, porque supongan un motor de empleo o de oportunidades en esos lugares. Conocemos (misma fuente, The Guardian, citando datos oficiales del mismo gobierno colegiado) que España ofrece una cabaña de 32 millones de cerdos, 7 de vacas y 15 de ovejas y cabras. ¿Es lógico que, supongamos, para reforzar la imagen de la ganadería tradicional española, sostenible (gracias, ministro), el mismo tipo se cargue en tres palabras el todo por la parte exportando la imagen de una ganadería que contamina, produce mala calidad y maltrata animales? Si una empresa, de la dimensión que sea, practica esa gestión, el ministro, el gobierno, debería podar lo malo para mantener lo bueno, pero no arrastra a todo el sector, que así es como se lee, al barro.

Cómo se dice lo que se dice (de lo que, cuanto menos, algunas dudas existen, porque la ganadería extensiva sigue siendo fundamental en nuestro país, Francia y Portugal, a diferencia del resto de Europa, donde exportamos) es peor. El ministro, que habla poco o nada aquí, lo suelta en el Reino Unido (me pregunto qué carga de noticias tendría The Guardian el día 26) y lo hace así, vendiendo como malo lo que ofrecemos, cuando los ganaderos, los extensivos, supongo que los intensivos y los mediopensionistas, compiten todos los días en un infierno de dificultades, y sospecho que muy preocupados por hacerlo en calidad. Imperdonable.

Nosotros lo sabemos, pero quizás en el mundo no lo sepan. A pesar de todo, el gobierno gobierna, el ministro (ocasionalmente locuaz) sigue en su puesto, y 47 millones de ciudadanos hacemos lo que podemos. Por si lo leen en Banana Republic.

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