Un día en la vida

manuel Barea /

El superhéroe desolado

EL número 10 del Barça está destrozado, hundido, sumido en una depresión sideral, como corresponde a su condición de estrella. La bajona de los superhéroes no es igual que la de los demás mortales, de arrastrar los pies y descubrirse en el espejo cada mañana bajo los ojos bolsas de piel como las de los elefantes mientras el café se hiela en una taza olvidada en no me acuerdo qué rincón de la casa. Esa desolación y tristeza del número 10 del Barça, perseguido como un cristiano en la Roma de Nerón, han sido provocadas por la crueldad de Hacienda y la vesania de la Abogacía del Estado, controladas ambas, como es público y notorio, por feroces sicarios madridistas que, insatisfechos e incompletos como eunucos en su avaricia a pesar de ganar la Champions, tal es su insaciable voracidad, y a la vista de que el Real Madrid jamás ganará la liga mientras el número 10 del Barça sea eso, el número 10 del Barça, han puesto en marcha una operación para hundir al astro barcelonista. Como maquinando contra su rival el Real Madrid no tiene límites, y puesto que los poderosos tentáculos de su capo, Don Florentino, lo manipulan absolutamente todo, con siniestros inspectores de Hacienda y un tribunal perverso bien untados de antemano ha organizado la caza del genio, al que han condenado a 21 meses de cárcel y multa de dos millones. Hasta han despreciado su magnánimo acto, que deja muy clara su naturaleza cívica y su impronta de tipo legal, de soltar 54 millones de euros para regularizar su situación.

Pero el Barça no está dispuesto a dejar solo a su asalariado más notable. Contra la perfidia del Monstruo Blanco que maneja las instituciones y los órganos del Estado español -catalanófobo, por supuesto- ha montado una campaña de apoyo en las redes sociales con el hashtag#TodosSomosLeoMessi. Podría, como en su día sugirió Lola Flores con la famosa peseta de cada español, pedir un euro a cada barcelonista. ¿Cuántos hay en todo el mundo? ¿Dos millones? Pues les da para pagarle la multa a su ídolo (más de uno seguro que pone más de un euro y hasta se ofrece a entrar en el trullo por él). Mientras, el 10 del Barça continúa esforzándose, sobreponiéndose a la melancolía con un tratamiento de choque para su depresión de superhéroe: en el yate con una copa o sobre la tabla en el mediterráneo ibicenco atusándose la barba hipster. Todos somos Messi, dice su empresa. ¿Sí? Voy a intentar metérsela por la escuadra a Hacienda.

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