El 'teatrico' catalán

Son muy hábiles trincando del erario público y representan sus burdos guiones, siendo en verdad historietas de tebeo

Asombrado presencio, telemáticamente, la rueda de prensa que ofrecía en el día de ayer el expresidente de la Generalidad de Cataluña, Arturo Más, en cuyo encuentro no mostró -el pretendido prócer- rubor alguno al quejarse de la reclamación que se le hace, desde el Tribunal de Cuentas, de 2,1 millones de euros que, al parecer, dispuso siendo éstos del erario público, para el fomento de la ideología separatista catalana.

Es muy curioso -y desalentador, también- que estos personajes a los que no se les conoce oficio, negocio ni beneficio con el que subsistir, en el tiempo en que sus respectivos culos -que diría Quevedo- están ocupando escaños dorados, bajo dosel de damasco, pueden llegar -y llegan- a confundir el dinero público, del que son sólo administradores y lo gastan, lejos de cualesquiera legítimos y reglados mecanismos, que estas eminencias de opereta obvian con descaro, para los que la ley establece fórmulas insoslayables, garantes y seguras.

Venía a decir el cínico señor Mas -al que no veo razón alguna para considerarlo honorable- que tanto él, como otros histriónicos canónigos del cabildo independentista catalán, están siendo objeto de una feroz persecución, habiéndose propuesto, desde algunas instituciones de la administración central del Estado, llevarlos hasta la ruina personal y familiar. ¡Será desvergonzado este perni-ocioso ciudadano! Cómo se puede hacer entender a estos tipos que, cuando ocupan un cargo institucional, ya cobran por ello, lo cual es perfectamente lícito. Y cobran elevadas sumas, lo cual es, también, comprensible al ser administradores de los dineros ajenos. Pero sólo eso, administradores. Y no pueden decidir el gasto del peculio público en aquellos bienes o servicios que, finalmente, no tengan como único objeto el de la prestación de servicios o la adquisición de bienes que estén previstos en los respectivos presupuestos de las instituciones que representan. Llegan estos desvergonzados, impúdicos y procaces personajes a confundir los bienes y los dineros que son de la ciudadanía con los suyos propios, gastándolos, impunemente -pretenden- en el fomento de sus particulares ideas políticas que ni siquiera son de todos -ni de una mayoría, tampoco- de los ciudadanos a los que dicen representar.

Esta no es sino una prueba más de la estafa que es el separatismo catalán: un invento sin antecedentes jurídicos reales, con una historia inventada e hilarante y en manos de verdaderos desaprensivos profesionales que -con admirable pericia, es cierto- se saben hacer con los gobiernos, son muy hábiles trincando del erario público y representan un teatrico, de sus burdos guiones, siendo en verdad auténticas historietas de tebeo, pero sin gracia. ¿O no?

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