Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

El teatro interior

El columnista explica por qué le cuesta tanto trabajo enamorase y zambullirse en las profundidades de su ser

Siento una gran admiración por los que son capaces de rebuscar en su interior, de meditar, de ensimismarse, de sentarse en una esterilla de bambú con las piernas cruzadas y ponerse a pensar cosas profundas, o los que logran no pensar en nada. Admiro a los comulgantes que, al volver a sus bancos, muestran en sus caras la agitación que sienten en sus adentros después de haber practicado un acto de antropofagia total, según Trento. Hay cosas que te dañan severamente. Un gran amor, un amor intenso, en edad temprana, te deja sentimentalmente tullido para siempre y te impide encontrar más tarde a alguien que te comprenda, o al que comprender; una media naranja lozana y jugosa que, con su parte alícuota de zumo, complete la copa de la vida en común con el inasible néctar de la felicidad. Y meditar me cuesta porque, acostumbrado a actuar en sociedad, mi interior, a lo sumo, no es nada más que el teatro en el que actor y público se funden. Y cuando intento meditar, no hago sino representar solo para mí la función que ofrezco a diario a mi público. (¡Ufff, es la calor! En años anteriores he sido más sensato y, en la canícula, solo he escrito de salmorejos, gazpachos y tomates de huevo de toro). Pero es que el cambio climático parece haber calcinado mi propio escenario. Igualmente, me ha dificultado mucho meditar, el haber asistido de niño durante cuatro años, a las siete y media de la tarde, antes de la cena, a las 'meditaciones' de media hora que nos daba en el convento el padre espiritual Ramón Fernández de Almagro. El hombre quería convertirnos en 'espadas humanas', en ángeles luchadores, en frailes dominicos, pero a esa hora, tras una parca merienda de una onza de chocolate de algarroba y unas aceitunas, ciegos de hambre, se nos atragantaba estos versículos de San Mateo que nos servía como entremés: "No penséis -lo dijo Jesús- que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra". Y desde entonces constato que, solo cuando estoy bien comido, bien bebido y bien amado, me atrevo a zambullirme, a modo de somormujo emocional, en las profundidades de mi ser para conocerme pero, como no tengo espectadores, suelo encontrarme el telón echado.

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