Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

La tercera ola

Tenemos la oportunidad de calibrar la eficacia del Estado autonómico en términos de solidaridad nacional

Presume Elías Bendodo de que, en lo que se refiere a la gestión de la epidemia, la Junta de Andalucía va "muy por delante" del Gobierno de España. Tanto, que mientras todo el país habla de una segunda ola, el consejero de la Presidencia se refiere ya directamente a una tercera (Bendodo identificó una segunda ola en agosto, así que el asunto parece funcionar aquí un poco como los terremotos leves: puedes que usted no la sintiera, pero acontecer, aconteció). En realidad, el nuevo estado de alarma, más allá de la imposición general del toque de queda como novedad más notoria, tiene no poco de patata caliente en la medida en que obliga a las comunidades autónomas a coordinar la situación ya no sólo de puertas adentro, que era lo que buena parte de los presidentes reclamaban, sino entre ellas, lo que, sobre todo a efectos de movilidad, resultará más peliagudo. Curiosamente, es ahora cuando tenemos la ocasión de calibrar la eficacia del Estado autonómico no ya en términos de autogobierno, que de eso sabemos un rato (especialmente cuando de plantear exigencias al centralismo de signo contrario se refiere), sino de solidaridad nacional y de responsabilidad proyectada no sólo hacia el propio territorio, sino hacia el resto. Ergo, aquí podrá tener el federalismo su mayor justificación o su aplastante refutación.

Algunos presidentes consultados ayer mostraban su absoluta confianza en las bondades del modelo autonómico para la superación de la crisis. Pero es díficil compartir tal optimismo. Lo cierto es que desde la desescalada hemos asistido a una competición, a veces ridícula, a veces vergonzosa, en la promoción de las regiones, e incluso los ayuntamientos, que mejor parecían resistir los envites de la pandemia, todo por parecer más apetecibles al turismo y por excusar, sin demasiados reparos, el visto bueno general concedido el pasado verano a las conductas menos apropiadas (en plena segunda ola según Elías Bendodo) cuyas consecuencias disfrutamos ahora en forma de estado de alarma. Aquí se ha perdido bastante más que las formas a la hora de parecer más seguros, más sanos y mejor criados que el vecino, sin hacer caso a la evidencia de que un brote de contagios en Cantabria nos atañe también a andaluces y extremeños. Que la movilidad no puede circunscribirse a la óptica regional y la solidaridad, por tanto, tampoco. Cada cual se ha salvado como ha podido. Y ahí seguimos.

Del prometido refuerzo de la Atención Primaria ya hablaremos otro día, supongo. Porque si algo sabemos es que de ésta no salimos únicamente a base de restricciones.

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