La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

No son tiempos para abuelos

El paseo es importante. Me alegro por los niños y por sus padres. Pero, ¿y los abuelos?

Los menores de 14 años pueden salir a partir de mañana una hora al día hasta a un kilómetro de su casa. Para los niños es importante, sobre todo para la gran mayoría que vive en pisos pequeños, aunque los más mayorcitos pueden sentirse impresionados por el melancólico espectáculo de las calles desiertas. Para los padres que no se hayan visto obligados a salir para trabajar puede ser gustoso salir a pasear -no a tirar la basura, al súper o a la farmacia- durante una hora. Pasear es importante. Para George Steiner, el paseo y los cafés -de momento, perdidos ambos- son dos de los bienes que definen a Europa. Me alegro por los niños y por sus padres. Pero, ¿y los abuelos? La mayoría llevamos 45 días sin verlos más que a través de los teléfonos (¡quien me había de decir, cuando en 1968 veía a los padres felicitar su cumpleaños a través de una pantalla al astronauta Bowman en misión a Júpiter, que habría de vivirlo, no en el 2001 de la odisea, sino en el 2020 de la pandemia!).

La mayoría de los abuelos viven a más de un kilómetro de sus nietos, así que nada. Y los que vivan dentro de ese perímetro y puedan asomarse a verlos, ¿qué pueden hacer? Desde luego, no besarlos y achucharlos. Los más afortunados los verán desde los necesarios dos metros de distancia. Como se veían los berlineses desde los dos lados del muro. Después de 45 días, a dos metros. Sin cogerlos en brazos y estrujarlos si son pequeños. Impidiendo que sean los nietos quienes abracen a los abuelos si son más mayorcitos. Y sin saber cuándo se normalizará todo. Entendiendo por normalidad no sólo vivir sin confinamiento, sino sin máscaras, sin guantes, sin distancias de seguridad y sin mamparas.

Téngase en cuenta que el ser humano no es un reloj, que las horas, los días, las semanas y los meses no duran lo mismo para todos. O que, de ser un reloj, sería uno de arena cuya parte superior muchos tenemos más vacía que la inferior. O en todo caso, es un reloj de cuerda. Y recuerden el "me queda poca cuerda" que decían los antiguos. 45 días en un bebé o en un viejo -coincidencia que muchos estamos viviendo- es más tiempo que el que marcan los relojes. No es cuestión de desatender el sabio consejo del padre de los Cadaval: "Las penas no se trabajan". Pero tampoco de tocar las castañuelas. "No desperdicies el tiempo. Es la materia de la que está hecha la vida" estaba escrito en el reloj de sol de Lo que el viento se llevó.

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