El hijo de la luz

antonio Manuel

La tierra para quien la ama

QUIERO a mi amigo Francisco como si lo tuviera injertado en el alma. Su vocación vital es la de entregarse de corazón y sin medida a los demás y a las causas en las que cree ciegamente, obedeciendo el mandamiento laico de Pessoa: "Para ser grande hay que se entero y poner lo máximo de ti en lo mínimo que hagas". Hace más de dos años que perdió el empleo. No está en paro porque es imposible que esté quieto. Y decidió emprender la aventura de hacer vino en la Axarquía malagueña donde tiene clavadas las piernas como raíces. Dispone de un pequeño terreno heredado de sus antepasados moriscos. Una loma escarpada en terrazas con algunos viñedos, paradigma de la distribución minifundista andalusí, donde aún se comparte el fuego, el agua y el pasto sin más linde que el respeto recíproco. Al vino pálido lo llamó "Blanco Nazarí". A una mezcla delicada de macabeo y moscatel, "Oro Nazarí". Al dulce, "Luna Nazarí". Y ahora pretendía recuperar la uva romé, tinta tradicional de la comarca, para elaborar el "Rojo Nazarí". Romé significa "persona" en caló: el nombre respetuoso que los moriscos daban a los gitanos que tenían el mismo color de piel que la uva.

El proyecto de Francisco es un modelo de emprendedor en plena crisis, de agricultura ecológica, de economía del bien común, y recuperación de la memoria. Solicitó el oportuno permiso para sembrar una cantidad simbólica de viñedos. Y el órgano competente no sólo lo rechazó, sino que le advirtió con sancionarlo dado que el cupo establecido por Europa ya estaba completo. De manera que sí podría comercializar su producto comprando uva de otros países o de otras zonas. A cambio de esquilmar su tierra, su memoria y su ilusión.

La política agraria común es uno de los claros ejemplos de pérdida de soberanía de los Estados. Y con las consecuencias más nocivas para la tierra y para los pequeños productores y jornaleros a los que no tiene en cuenta. Andalucía está a la vanguardia de la agricultura y ganadería ecológica mundial, a pesar de la normativa desertificadora europea y de la desidia andaluza en los últimos años. No hay mejor medicina para el suelo que la memoria. Por ello es urgente reivindicar nuestra autonomía y retomar una reforma agraria y ecológica del siglo XXI. Porque volver al origen no es retroceder, sino garantizar el futuro a nuestros hijos. Y porque la tierra no es para quien la esquilma, sino para quien la ama. Como Francisco.

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