señales de humo

José Ignacio Lapido

De trabajo y tristeza

HOY es domingo, primero de mayo, Día del Trabajo. Vaya forma de empezar la columna, dirán ustedes. Tres obviedades yuxtapuestas. Efectivamente, podría haber comenzado con una cita de Faulkner, que siempre queda muy bien. Por ejemplo, esa que dice: "Lo más triste es que la única cosa que se puede hacer durante ocho horas al día es trabajar". Pero eso, en estos tiempos de sabiduría cibernética, no tiene ningún mérito, ya que le das a una tecla, que es lo que he hecho yo, y al segundo te salen en Google todas las citas que quieras y más. Hoy, precisamente hoy, si queremos decir algo sobre el trabajo y la tristeza con citar la última EPA vamos sobrados.

Me pregunto a qué género literario pertenecerá la Encuesta de Población Activa. Aunque en ella cohabitan el terror y la angustia existencial, por motivos formales no podríamos encuadrarla dentro del género gótico ni del texto filosófico propiamente dicho. Lo enredado de la trama la acerca al género de misterio, pero una buena novela negra es aquella donde todos los personajes ocultan algo; un pasado, un delito… En este caso nadie oculta nada. La incapacidad política para encontrar soluciones al problema es demasiado notoria. Por más que nos empeñemos, la EPA sólo da para una buena conversación de barra de bar. Y en esa tesitura, cuando la tasa de paro en España supera el 21%, lo fácil sería hacer bromas con aquello que Zapatero prometió en las últimas elecciones: "Por el pleno empleo". ¿Se acuerdan del chiste?

Hace un año, o quizás dos, escribí aquí sobre el desafortunado augurio del anterior ministro de Trabajo -Celestino se llamaba el infeliz- cuando aseguró con vehemencia que no llegaríamos a los cuatro millones de parados. Al actual titular de la cartera -Valeriano se llama el infeliz- sólo le ha faltado exclamar ¡uff! en rueda de prensa al anunciar que la cifra de desempleados no ha sobrepasado -por muy poco- los 5 millones. Magro consuelo.

Es evidente que las reformas laborales aprobadas hace unos meses no han servido para nada. Mejor dicho, han servido para lo contrario: han creado más paro. Los contratos indefinidos han descendido brutalmente y muchos de los despidos se han producido aprovechando las facilidades que en esos cambios legislativos se contemplaban. El Gobierno, en sus delirios de enfermo terminal, cree que los beneficios se notarán más adelante, quizás cuando estemos reencarnados en monjes budistas o en marsupiales. Y los empresarios erre que erre: hay que "profundizar" en las reformas, que traducido al castellano significa despido bueno y barato. No crean que Rajoy y sus animosos chicos de verbo encendido tienen la solución. Ni pajolera. En un alarde de intrepidez el amigo Mariano ha pronosticado que cuando ellos estén en el poder todo va a ir mucho mejor. Ole ahí.

Hoy es domingo, primero de mayo, Día del Trabajo. Lo más triste es…

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