La traición barata

Pedro Sánchez va a modificar las leyes que aún penalizan los actos de traición al Estado, la Nación y la Constitución

Estoss son mis principios, si no le gustan, tengo otros". Esa famosa aseveración ha venido siendo atribuida al prestigioso actor norteamericano Groucho Marx. Y aunque nadie sabe cuándo y dónde la pudo decir, la frase es merecedora de su altísima capacidad para satirizar a los poderosos y tan lamentable como tristemente aplicable a la personalidad del actual presidente del (des)Gobierno de España, Pedro Sánchez, político sin sentido de Estado, hueco e histrión de sí mismo que; por demostrar día a día no tener principios, ni creencias, ni una fe real en el ejercicio de más valores que el culto a su propio ego; viene evidenciando que es capaz de traicionar, sin el menor titubeo y mirando a los ojos a su propio partido, a sus compañeros militantes del PSOE y a todo su electorado, al que habiéndole engañado con verdadera contumacia y persistencia en sus promesas electorales y en muy diversos asuntos en el ejercicio de su (des)gobierno, vino luego y sin embargo en aliarse con cuantos había negado posible asociación -"¿Se lo repito?. Se lo puedo repetir más veces…"- aún siendo y proclamando éstos ser los mayores traidores a España en su vigente Constitución -y demás ordenamiento jurídico- y a la que, sin empacho alguno prometió "por su conciencia y honor, cumplir y hacer cumplir"…

Pedro Sánchez cobra su sueldo de presidente y disfruta del honor, prestigio, lujos y favores que a tal cargo da el Estado, pero no sirve al Estado, no sirve a la nación, no sirve a España, ni siquiera a su propio partido del que es secretario general, no es un césar, aunque pueda parecerlo. Es, pues, un seguro servidor de enemigos de la nación, enmendando la plana a las sentencias judiciales firmes que condenan a los que se alzaron contra las leyes, contra la propia Constitución democrática que los españoles nos dimos en 1978, cuando ETA se explayaba matando a precio barato, según estamos viendo, a auténticos servidores del Estado en una guerra impuesta en la que sólo habían trincheras de un solo lado para matar, herir y mutilar a centenares de hombres, mujeres y niños.

Y proponiendo la modificación de esas otras leyes, a comodidad de los otros que, por la fuerza de los disturbios y del chantaje sobre sus conciudadanos, les imponen ideal e idioma, erradicando aquel otro que es patria culta e intelectual, compartida con más de seiscientos millones de otros seres humanos en el mundo.

Sí, Pedro Sánchez va a modificar las leyes que aún penalizan los actos de traición al Estado, a la Nación, a la Constitución que la vertebra y configura. Y las va a modificar hasta con el precio de lo que no es suyo: el honor, la historia, el legítimo orgullo de lo español y de los españoles. Quizá eso, también, debiera llamarse traición. ¿o no?

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