Poco trigo

Don Íñigo anunció que se había construido un silo aparte y doña Teresa amenazó con hacer lo mismo

El Callejón Poco Trigo comunica la Avenida de Murcia con la calle Cristo de la Yedra, cerca de las Eras de Cristo y la panadería de la Gracia de Dios. Allí se ubicaba un depósito de granos: el Granero del Santo Cristo de la Yedra y sus Fieles Devotos, también conocido como el "Granero-De-Votos". El Granero-De-Votos surtía de trigo a varias familias del barrio. Las más numerosas eran las de don Pablo, don Alberto, doña Teresa y don Íñigo.

El reparto del trigo siempre generaba polémica pero un año la tensión se desbordó. Don Íñigo quería más y los demás respondieron: "No se puede". Es que había poco trigo.

Se celebró una asamblea para buscar soluciones. Los cabeza de familia encadenaron floridos discursos con los tópicos habituales: uno dijo que había que separar el trigo de la paja; otro contestó que una cosa es predicar y otra dar trigo; la tercera replicó que al triste el puñado de trigo se le vuelve alpiste, ante lo que el último exclamó: "¡Otra vez la burra al trigo!". Con los ánimos ya muy caldeados, don Íñigo anunció que se había construido un silo aparte y doña Teresa amenazó con hacer lo mismo. Don Alberto y don Pablo aseguraron que seguirían compartiendo granero, aunque algunos de sus parientes estaban en contra. Las demás familias del barrio escuchaban en silencio, temerosas por el pan de sus hijos.

Intervino entonces una niña huérfana que, dada su condición, no tenía familia. Dijo comprender que, habiendo poco trigo, cada linaje barriera para adentro, pero advirtió de que esa política sería pan para hoy y hambre para mañana. También consideró normal la tirantez, pues si no hay harina todo se vuelve mohína, pero recordó que, siendo vecinas, las familias tendrían que entenderse en el futuro. Pidió, pues, a esas familias que no clavaran más pasquines ofensivos hacia las otras sobre las paredes del barrio. Finalmente exhortó a pensar en la próxima cosecha y a que en vez de repartirse todo el trigo se guardara la mayor parte para sembrarlo.

La asamblea aplaudió la intervención. Se acordó que una porción considerable del grano se reservaría para la siembra, en la que todos colaborarían. Como consecuencia pasaron un invierno escaso de pan, pero el verano les trajo una cosecha nunca vista. Repartieron el trigo como una sola familia y de aquella abundancia se beneficiaron también los pobres de la ciudad. Nadie se quejó del resultado: nunca es mal año por mucho trigo.

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