Un destacamento del Ejército español aguantó estoicamente en una iglesia de Baler (Filipinas) el asedio de los insurrectos tagalos durante el proceso de independencia de este país. Fueron los últimos de Filipinas. Y de esa misma manera se autoproclamó la afición del Granada cuando peor pintaban las cosas, en el infierno de Tercera División. Ayer nadie quiso perderse la cita histórica ante el Cádiz. Nadie excepto este granadino, que aguardaba tranquilamente junto al río Genil. Una pequeña y paradójica manera de homenajear a la afición rojiblanca.

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