Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

La vanguardia de la retaguardia

Tom Wolfe fue un defensor de las tradiciones en un país sin apenas historia. Snob y polemista tremendo

Ha muerto Tom Wolfe, el padre más afamado del Nuevo Periodismo. Ahora que cualquier intérprete de canción melódica se llama a sí mismo artista y que nos rodean tantos tipos que se presentan sin ruborizarse como periodista y escritor, conviene rendir homenaje al hombre que llevó la literatura al periodismo y el periodismo a la literatura pero siempre se consideró periodista. Wolfe incorporó las técnicas realistas aprendidas de Zola, Balzac o Dickens a la columna y el reportaje antes de crear novelas en las que abundaban los recursos propios de las crónicas de sociedad, sucesos o tribunales. Identificado durante años como progresista por su condición de notario de la cultura pop y los movimientos radicales de la segunda mitad del siglo pasado, el autor norteamericano fue un defensor de las tradiciones en un país sin apenas historia. Snob y polemista tremendo, convirtió a un broker en víctima del sistema democrático, de un fiscal elegido por votación popular y de la envidia de los fracasados en La hoguera de las vanidades, un best seller maravillosamente escrito. Paladín del modelo económico neoliberal, ejerció, tal y como él decía de los hippies, pacifistas y partidarios de la vuelta a la naturaleza, como "vanguardia de la retaguardia". Gracias a su ingenio y su asombrosa capacidad para producir frases fosforecentes, nos regaló expresiones que ya son de uso universal, como la de "amos del universo" (para referirse a los tiburones de Wall Street), "la viuda del arte" (término con el que bautizó a Alma Mahler, mujer de Walter Gropius, fundador de la Bauhaus, tras la muerte de su primer marido, Gustav Mahler) o "Culturburgo" (palabra con la que descalificó a los protagonistas de los nuevos ismos en arquitectura, pintura o literatura).

Con todo, el Wolfe que más he disfrutado ha sido el ensayista. En libros como La palabra pintada o ¿Quién teme a la Bauhaus feroz?, arremete con inteligencia maligna contra manifestaciones ya clásicas del arte contemporáneo. Del expresionismo abstracto dijo que era metafísica, a Picasso lo consideró mejor teórico que pintor y el primer marchante de sí mismo y a buena parte del arte moderno lo descalificó afirmando que se ha vuelto completamente literario: "Las pinturas y otras obras sólo sirven para ilustrar el texto". En su opinión, cualquier cuadro que necesite de la explicación de un crítico para convertirse en inteligible constituye un fiasco. Sus argumentos, que rara vez me convencieron, estaban sostenidos con un estilo luminoso, distinguido y feroz. Nunca gocé tanto con alguien con quien estuve siempre en casi completo desacuerdo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios