Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

A dos velas

Alguien tendría que detener a esa mesnada de señores feudales montados en caballos de millones de kilovatios de potencia

Estoy a dos velas". La frase, acompañada de un deslizamiento de los dedos índice y corazón por los flancos de la nariz, expresa la penuria económica. El origen del dicho no está claro: algunos lo atribuyen a la triste iluminación de las iglesias en momentos pretéritos, otros lo relacionan con el tiempo en que las partidas de naipes se celebraban en una mesa iluminada por dos velas al costado del que ejercía de banca, que se quedaba a solas con ellas cuando un jugador producía la bancarrota, y no faltan los que lo identifican con los niños abandonados que no tenían ni quien les limpiara los mocos. Desde el descubrimiento de la electricidad, pocos utensilios reflejan mejor la miseria que un tubo de cera con un pabilo en medio, de ahí el uso popular para ilustrar una situación que se suponía transitoria. Ahora, no. Ahora siete mil hogares españoles se han quedado literalmente a dos velas, pasan frío y reducen al mínimo el consumo de luz, cuyo precio desorbitado no pueden pagar. Y los hay que se han quedado no a dos velas, sino a una, como la anciana de Reus que falleció la semana pasada abrasada en el fuego desatado por la que usaba después de que la compañía eléctrica le cortara el suministro. La muerte de esta señora viene a confirmar que otro mundo peor es posible, que en materia de igualdad y derechos sociales hay fuerzas que pretenden el regreso a la Edad Media.

La tragedia de Reus es la metáfora de un país que se apaga al tiempo que corre el riesgo de sufrir un incendio sin que sus élites económicas y políticas atinen a buscar más solución que acusar de radicales a quienes consideran la pobreza energética un crimen y exigen soluciones urgentes. En otro tiempo, en otro lugar, la noticia habría dado lugar a un escándalo mayúsculo o a una revuelta popular, en la España de hoy ha dado para un par de tertulias televisivas. Así que acierta Vamos Granada llevando al próximo Pleno una pregunta sobre las medidas tomadas por el equipo de Gobierno al respecto. Aunque no basta. Alguien tendría que detener a esa mesnada de señores feudales armados con rayos y truenos y montados en caballos de millones de kilovatios de potencia. Este atropello tiene un móvil: la avaricia, el deseo desaforado de riqueza. Y una ideología: el desprecio a los desamparados, a gente como Rosa, una doña nadie cuya vida vale menos que "la vela que la mata".

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