Cambia, todo cambia

Nos están vendiendo

Lo que el clan de Armilla ha hecho con este municipio granadino, los clanes del PP lo han hecho con la capital

Atenor tenor de la escasez de ideas de su grupo municipal en el pasado Pleno del estado de la ciudad y de la forma en la que terminó su último alcalde, parecería que el PP granadino no tiene modelo de ciudad. Sin embargo, debatiendo con representantes de la sociedad civil granadina y con otras personas expertas, hemos coincidido que en los 13 años que estuvieron al frente del Ayuntamiento sí han seguido un modelo claro: una Granada fragmentada entre el norte y el sur, lastrada por una economía subsidiaria del turismo de masas donde lo público era secundario frente a la opción de favorecer los intereses especulativos de un grupo de amiguetes.

Un ejemplo de todo esto lo tenemos en su doble discurso respecto al pequeño comercio. Así, mientras decían -y paradójicamente siguen diciendo- que defienden los comercios de los barrios, han apoyado sin ambages los centros comerciales, que pasan por ser los principales enemigos del comercio local. Incluso han llegado a dar algunas "facilidades" muy sospechosas a sus promotores, que están siendo investigadas en el caso Nazarí. Lo que el clan de Armilla ha hecho con este municipio granadino, los clanes del PP lo han hecho con la capital.

Torres Hurtado y su bestia negra en el PP, Sebastián Pérez, tendrán diferencias personales importantes, pero han seguido a pies juntillas las directrices de un partido vinculado hasta la médula con la corrupción urbanística (y de la otra). Así han asumido su papel en lo que el economista José Manuel Naredo denominó la "conjunción triple" entre los intereses de personas y grupos poderosos, la voluntad de ellos, los gobernantes, y la connivencia o la cobarde indolencia de algunos directivos de los cuerpos técnicos de la administración y las empresas, de tal manera que entre todos se actúa en contra del interés público o de lo que globalmente se llama "el 99%".

Lógicamente, también hay excepciones valiosas, incluso dentro del buque insignia de la derecha cuya regeneración o refundación sería una buena noticia para la democracia española. Eso sí, el cambio debe ser claro. Porque nos pueden colar una vez que la Infanta no sabía lo que firmaba, pero no que Sebastián Pérez, siendo concejal (e incluso teniente alcalde) durante varios mandatos y llevando más de una década de presidente provincial del PP, tampoco sabía lo que pasaba en sus casas. Por muchos favores que tenga que pagar Luis Salvador, no se puede negar la evidencia, y Ciudadanos tendrá que decidir si sigue comerciando con nuestra ciudad por debajo de la mesa o rompe de una vez con el PP de la corrupción urbanística.

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