¡Que venga Daniel!

Aparte de sus caprichos ideológicos y de pensamiento, Trump conoce perfectamente lo que hace y deshace

Es bastante probable que del rico idioma castellano (y, seguramente, también de otros) se hayan agotado todos los calificativos que vituperan la conducta del presidente Trump. A primera vista da la impresión de que todo lo que dice y hace es pura locura, con unas consecuencias de desequilibrio mundial, que tardarán mucho tiempo en corregirse. Y mucha gente, incluso importante y capacitada, anda sugiriendo que se inicie el procedimiento para relevarle de su puesto. (Aunque ya ha habido quien ha manifestado que su vicepresidente, profundo fundamentalista religioso, podría resucitar, si se permite la broma, el gobierno que impuso Calvino en Ginebra en el s. XVI).

Así, la conclusión más sensata parece la de irresponsable. Pero ¡mucho cuidado! Seguro que, aparte de sus caprichos ideológicos y de pensamiento, conoce perfectamente lo que hace y deshace: su apoyo electoral, al parecer, sigue aumentando y su objetivo político, como ha dicho desde el primer día, es conseguir la reelección. "América para los americanos", "fíjate, nuestro presidente va por el mundo poniendo firme a todo el que se pone por delante, sea quien sea", "eso es mandar y dejar claro que a los americanos ya no nos engaña nadie, como ha ocurrido hasta ahora", "¡ole ahí, así se hace, eso es un macho-alfa!". Y votos para el segundo mandato. ¿Tan torpe y fútil puede ser el pueblo? "Mi bando siempre tiene razón" es, a juicio de André Glucksmann, la forma de expresar la sabiduría… en la estupidez postmoderna.

Tenían los babilonios un ídolo llamado Bel que cada día consumía doce unidades de flor de harina, cuarenta ovejas y seis medidas de vino. Bel era de arcilla y cobre, lo que justificaba el valor mágico y sagrado para el rey y su pueblo. ¿Por qué no adoras a Bel, preguntó un día el rey a Daniel, si es un ser divino?, ¿no ves lo que come y bebe?". "Nunca un objeto así ha comido ni comerá, respondió Daniel. Y tras tenderle una trampa a los setenta sacerdotes "sin contar sus mujeres y sus hijos", se descubrió que estos habían construido un pasadizo secreto y todas las noches entraban al templo y consumían las viandas. Así engañaban al rey y al pueblo. (Daniel es el cuarto y último de los llamados profetas mayores y esta es una historia, de manera resumida, que se encuentra en el Antiguo Testamento). ¡Que venga Daniel! Pero ¿dónde está en USA?, ¿y, por cierto, en España, nuestro barrio, nuestra calle?

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