Cambia, todo cambia

La vida de Calabacín

La película cuenta muy finamente la cruda realidad a través de su eslabón más débil: la infancia

El sábado llevé a mi hija y a mi hijo al cine. Para adaptarnos a sus edades (3 y 7 años) elegimos la película de animación con la que titulo este artículo sabiendo que era diferente y que había recibido varias nominaciones en festivales internacionales, y el premio del público en el Festival de San Sebastián, que eso siempre es una garantía.

Quiero animarles a que la vean tanto niños y niñas como personas adultas. Y lo hago porque, antes de entrar, una amiga que la acababa de ver con sus sobrinos y en la propia taquilla me advirtieron de que podía ser una película complicada y triste para niños tan pequeños.

Efectivamente, en la mejor tradición del mejor cine europeo la película cuenta muy finamente la cruda realidad a través de su eslabón más débil: la infancia. Pero no por eso deja de ser una comedia y para mis hijos fue a la vez divertida y cercana al mostrar el valor de la amistad, el amor y la confianza entre iguales. Además enseña cosas que ellos viven a diario en la escuela pública, como la importancia de la diversidad y del cariño que les dan quienes los cuidan.

Para las personas adultas la profundidad del argumento puede ser más dura. Se trata de una película Suiza que relata muchas de las injusticias que tanto allí como aquí nos rodean aunque no sean muy visibles. De todas ellas me quedo con dos.

La primera es la de una niña que los adultos podemos intuir que ha sido abusada por su padre. Existe una tendencia a esconder estos casos pero, tanto las investigaciones desarrolladas como las madres de la Asociación Infancia Libre que pelean en Granada (y en el resto del país) por hacer visibles los abusos a sus hijas e hijos, nos avisan de que las cifras reales son alarmantes, superando un 20% de niñas y niños víctimas de abusos. Un primer paso necesario para acabar con esta realidad inadmisible es que todos seamos conscientes y se tomen medidas institucionales adecuadas que eviten la criminalización de las madres cuando denuncian unos hechos terribles.

La segunda es la de un niño y una niña inmigrantes. Ella ha perdido a su madre porque la han deportado. Una tragedia a la que se sumaría, en el caso andaluz, la de los niños y niñas que huyen sin sus familias. Aquí queda claro que no sólo hay que mejorar los servicios sociales, sino que hay que cambiar las leyes migratorias y facilitar un pasaje seguro para evitar estas contradicciones. Difundan esta película: fomentarán un mundo mejor.

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