Será como sentir el vértigo del fútbol en estado puro bajo la recompensa de que Moscú ya espera a los dos agraciados para el domingo 15. La tarde de hoy es una cita de obligado cumplimiento con el fútbol, ese fútbol en el que no hay vuelta atrás, y el programa se completa con dos duelos de alta tensión. El primero se anuncia en Nizhni Novgorod, cerca del Báltico, y el segundo va a jugarse en Kazan, la ya familiar Cazuela de los tártaros.

Disgresiones geográficas a un lado, el partido entre charrúas y franceses es de muy alto voltaje. Quizá los dos equipos más competitivos de cuantos acudieron a Rusia 2018. El honor charrúa que distingue a la primera selección que ganó un Mundial frente a la complejidad bleue, esa cualidad que tan buenos frutos le ha dado a la tricolor. La raza autóctona, sin mezclas, frente a la pluralidad que representa tantas etnias como conforman el equipo de Didier Deschamps.

Dos tropas que no suelen hacer prisioneros, frente a frente. La raza de Godín frente al poderío físico de Pogba, el instinto depredador de Luis Suárez en colisión con la verticalidad de Griezmann para que la guinda del pastel la ponga Kylian Mbappé, ese portento de diecinueve años, hijo también de ese mestizaje que tan rentable resulta para el equipo francés. Duelo en las altas cumbres del fútbol como aperitivo de lo que llega a renglón seguido, que es otra cita con el vértigo.

Brasil-Bélgica en la otra punta de Rusia según se atraviesa en diagonal. La canarinha se desembarazó de México con tanto trabajo como solvencia, mientras que los belgas sudaron sangre para doblegar a unos japoneses tan sorprendentes como ingenuos. Aquí parece más claro el pronóstico, pues Brasil parece haberse reencontrado consigo misma tras el sofocón del Mundial organizado en casa. Viernes de mucha pasión y he ahí el vértigo del fútbol en estado puro.