Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

¿El violador eres tú?

Nadie nace delincuente, ni la mera pertenencia a un grupo social te convierte en criminal

La letra del himno feminista llegado de Chile criminaliza al hombre. No en vano, su estribillo llama violador a policías y a jueces, al estado y hasta al presidente. No sé si hubiera sido igual con la señora Bachelet en la Moneda.

El mensaje es como el de los artículos de la cartilla de la Guardia Civil derogados en la Transición que señalaban al gitano como delincuente, sólo por serlo. No es nada nuevo. No hay totalitarismo que no socialice la culpabilidad y busque un enemigo al que convertir en chivo expiatorio. El nazismo lo hizo con los judíos, el estalinismo con los tártaros y el supremacismo blanco con los negros. El hinduismo condena a los parias. Y fascistas y comunistas de todo el mundo persiguen a los demócratas. No resulta extraño que parte del feminismo, el que se está revelando como dictatorial y totalitario, tome esta deriva con la que pone en peligro principios fundamentales como la responsabilidad personal, la presunción de inocencia y el imperio de la ley. Supongo que ya no harán falta jueces ni jurados ante la mera denuncia de una mujer. ¿Alguien pondría en duda su versión de los hechos? ¿Se dudaría de la joven nazi, rubia y aria que canta el Horst Wessel Lied, si acusara a un judío? ¿Quién cuestionaría el testimonio de la joven castrista que entona Y en eso llegó Fidel si denuncia a un contrarrevolucionario imperialista?

Esta obsesión justiciera ni siquiera es venganza. Va aún más allá porque pretende castigar a quien no ha cometido delito alguno. Y en absoluto, en ningún caso, es justicia. Nadie es responsable más que de los actos cometidos voluntariamente o provocados por una negligencia culpable. La proporcionalidad del castigo penal ha de estar referida no sólo a la acción realizada por el inculpado, sino a su grado de participación o a la omisión de los deberes exigidos jurídica y socialmente. Y todo ello, dentro de un proceso judicial que respete las garantías procesales y permita el derecho de defensa. La criminalización de un sexo, de una raza o de una religión, está reñido con los principios democráticos básicos y refleja una concepción totalitaria e inadmisible de la administración de justicia. Nadie nace delincuente, ni la mera pertenecía a un grupo social te convierte en criminal.

Cuando un periodista malintencionado le preguntó a Churchill su opinión sobre "los franceses", este le contestó diciendo: "No sé, son muchos y no los conozco a todos".

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