Más violencia

No sólo aumenta el número de casos, sino que también el de jóvenes que se inician en conductas violentas

Qué está pasando? Reconozco que no he hurgado lo suficiente en esa herida para adivinar qué políticas son buenas y cuáles no tanto para que comience a cicatrizar este problema con visos de convertirse en endémico. Confieso sin tapujos que parece una concatenación de errores, o una eterna fase de prueba/ensayo, en la que no adivino qué solución de las múltiples propuestas puede ser la correcta. Aumentan significativamente las políticas encaminadas a la erradicación de la violencia, aumenta la respuesta represora y el castigo de las conductas delictuales… pero también aumenta no sólo el número de casos, que ya de por sí es grave, sino las edades, cada vez más tempranas, de los jóvenes que se inician en este tipo de conductas.

Es evidente, que algo, algo mucho, falla. O no hemos alcanzado el grado de represión e intimidación necesarios, lo que, por mi condición de jurista, dudo que así sea, o es que el fracaso de estas políticas sólo revela nuestra más absoluta incapacidad para atajar el problema. Que somos incapaces de realizar un análisis sosegado y meditado de los porqués antes de instar remedios que generan efectos adversos. Que existen factores sociales y educacionales, que privan de eficacia las medidas correctoras y/o represoras que adoptamos.

Estoy seguro de algo: no hemos dado con la tecla, nos está faltando humildad para reconocer nuestro fracaso. Y digo nuestro, porque yo también estoy en el sector de los incapaces. No sé cuál será la solución, aunque sí que precisamente desde ahí, desde nuestra más absoluta humildad, podremos articular lo que debe constituirse en la reforma social de mayor calado de nuestro siglo. Padres, maestros, (cómo me gusta esa palabra), escuelas, medios de comunicación, poderes públicos…

Reconocer nuestro fracaso, repito, dialogar sin dobles discursos, sin estereotipos, sin tabúes, sin ideas preconcebidas, sin imposiciones, sin menospreciar ninguna propuesta aunque pueda parecer a primera vista una vuelta atrás, sin censuras… sólo procurando entender qué lleva a los jóvenes a cometer este tipo de acciones, qué han visto en nosotros, qué han visto en nuestras escuelas, qué han visto en nuestros medios de comunicación, a qué grado de conocimiento deben acceder en cada fase educativa, bajo qué valores construyen su madurez a la vista de los profundos cambios sociales de nuestro siglo, qué podemos y debemos hacer para cambiar esos valores aunque para ello debamos incluso cambiar la cuenta de resultados de nuestra sociedad… no todo vale… quizá desde ahí, comencemos a ayudar. Y reconocer que la violencia, por más que lo percibamos en cuanto nos rodea, nunca formó parte de nuestras vidas.

¿Y mientras? Mientras tendrá que haber en cada comunidad autónoma una estrecha labor para primar actuaciones eficaces que otorguen mayor atención y protección a las víctimas. Comprenderlas, ayudarlas y sentirnos tremendamente solidarios y generosos con ellas. Eso nunca debe ni puede faltar en una sociedad que protege los derechos y libertades de sus ciudadanos. Aunque sabiendo, eso sí, que, por sí sola, nunca será solución.

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