Esta sección que ustedes leen no tiene firma, pero sí daremos la pista de que quien la escribe hoy es un pureta sin pudor a reconocerlo. Es importante este apunte, porque desde este montículo de años, apilados uno detrás de otro, es fácil criticar los excesos de una parte de la juventud, los ruidos, los botellones... La juventud es una enfermedad que se cura con los años y, en la modesta opinión de quien escribe estas líneas, no es lo mismo un joven de 15 años infringiendo alguna norma que un hombre talludito al que se le presupone cierta experiencia. Esto viene a colación de que por supuesto que es denunciable que no se respete el descanso de los vecinos, quizás lo más sangrante de los fines de semana, que la mascarilla se convierta en algo pasado de moda... Lo que es cierto es que con los jóvenes, al menos con una parte, no se ha sabido conectar para hacerles entender la gravedad de la situación, pero es que con menos 20 años la muerte es eso que le pasa a los demás. Por eso hay que denunciar los excesos, pero por otro lado, si a ustedes les hubiese pillado esta pandemia con 17 años, ¿habrían sido ciudadanos modélicos?

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