La voluntad, sin tutelas

Tanta ambición, tan desmedida, nos llevará, de nuevo, a callejón de muy difícil salida

Sí, es verdad que, quienes teniendo la responsabilidad de gobernar uno de los partidos con mayor base electoral de nuestro sistema democrático, han sido incapaces de detectar los sucios tejemanejes de algunos afiliados o simpatizantes, que se sumergieron deseosos en las ciénagas de la corrupción, por lo que han sido justamente merecedores de las más duras condenas. Sí, eso es claramente reprochable. Pero, tal y como está este patio de Monipodio, que no es sino en el que se lavan la boca algunos malolientes (des)personajes, este tipo de asuntos debe de ser enjuiciado con el ejercicio supremo del voto ciudadano, sin tutelas.

Pero de ahí a que todas las fuerzas de la izquierda, representadas en el Congreso de los Diputados, y entre las que se sientan, precisamente, gentes de comportamientos éticos nada modélicos; no sólo por lo que dicen, sino especialmente por lo que hacen; en un coro imposible por inarmónico, pues en él han mezclado las discordantes voces de los que defienden desde asesinos convictos -de los que han usado balas de nueve milímetros Parabellum- hasta traidores a la nación; y lo digo sin paliativos; con el solo propósito de colocar a la cabeza del Ejecutivo, a toda costa, a alguien que profesionalmente es la nada, que jamás ha sido capaz de ganar unas elecciones y cuyo bagaje político es casi inexistente, su experiencia en materia de gobierno nula y que antes, por añadidura, ha sido denostado por buena parte de sus propios correligionarios.

Todo ello con la única justificación del tormentoso mantra de la corrupción de la derecha, como si la izquierda fuese angélica e impoluta, hurtando, de este ingenioso modo a la ciudadanía, el supremo derecho de elegir en las transparentes urnas.

Y todo para sacar de la escena pública a quien ha tenido como especial y exitosa función de gobierno resolver los desastres económicos, de calado y compromiso internacionales e intergeneracionales, causados por las torpezas de otro Presidente de Ejecutivo, del mismo signo y partido político de izquierda que el que ahora se estrena -y de muy triste memoria para muchos camaradas suyos- cuyo analfabetismo en materia económica y cuya pobreza intelectual y negación de la pertinaz evidencia, propició el brutal hundimiento económico de España y al mismo tiempo, con su inacción política ante los separatistas catalanes, el vigor de un Estatuto que marcaba los tiempos y caminos para amputar la Nación por el nordeste, denotando así su clara incapacidad. Tanta ambición, tan desmedida, nos llevará, de nuevo, a callejón de muy difícil salida. ¿O no?

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