Nada volverá a ser normal

Nada tiene de novedoso un virus pasado de fecha, ni las terribles cifras de 1690 contagiados en 24 horas

Agosto detiene el mundo. Delimita lo malo. Nos sumerge en ese sopor que difumina los contornos, que borra perspectivas, y la vida se reduce a unos diarios cada día más parcos en páginas, al busto parlante de un telediario cuyo sonido, velado por el ruido de las voces enmascaradas de un chiringuito, define los sucesos hasta convertirlos en un rótulo, y todo se resume en la frase que compone el "faldón" de la pantalla. O ni siquiera eso. Agosto nos invita a echar la vista hacia otro lado, a mirar la línea del horizonte, el cielo que roza el pico de la montaña. Agosto es el mes del autoengaño y, como niños, nos impele un afán de felicidad, y lo pasamos bien, aunque estemos mal, porque agosto es la pausa merecida en este 2020 terrible, redundante y extraño.

Nada volverá a ser normal, aunque nada haya variado: "Un jornalero nicaragüense muere de un golpe de calor tras ser abandonado en un centro de salud. La Guardia Civil detiene a su jefe ecuatoriano". Nada nuevo. El afán por erradicar cualquier duda de clase provoca monstruos. Una explosión destroza Beirut. Nada nuevo. 100.000 menores desaparecidos o desplazados en la ciudad. Superaremos los 10.000 niños asesinados o mutilados en los escenarios de conflicto del 2019, las 25.000 violaciones graves contra niños del pasado año. Los acosadores no cejan en su ansia. Nada nuevo. Veintisiete mujeres asesinadas a manos de sus parejas. Los maltratadores buscan el detalle que les de pie y les abra las alas. Nada nuevo. Los sumisos se tienden de espaldas. Nada nuevo. "La bolsa mundial sigue subiendo por cuarto mes a pesar de los malos datos económicos". Nada nuevo. Los cretinos ceban la cretinez, al modo de alimañas unos, esparciendo licor desde una tarima sobre las múltiples cabezas de la ameba; de un modo reposado otros: "Algunos calculan fríamente la influencia que la salud pública alterada podrá tener sobre la duración del actual Gobierno". Nada nuevo, pues son palabras del diario La vida de un científico en cuartos de hora de Federico Olóriz, escrito en 1884 y referido a la epidemia de cólera que azotó el país. Nada tiene de novedoso un virus pasado de fecha: Covid-19, ni las terribles cifras de 1.690 contagiados en las últimas 24 horas, tan similares a los días más duros del confinamiento que el letargo propio del mes de agosto se ocupa en desdibujar. Nada ha cambiado, pero todo iba a ser diferente.

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