clave de sur

alberto / grimaldi

No con nuestros votos

Díaz redobla la presión sobre Sánchez para que no ceda ante Iglesias

BASTAN tres días de campaña para que quede patente que la campaña del PSOE va a estar marcada por una suerte juego del gato y el ratón. En éste, la federación más poderosa del socialismo español va marcando la senda para que la débil dirección federal deje claro que no apoyará una investidura de Pablo Iglesias como presidente del Gobierno, si como vaticinan las encuestas, Unidos Podemos queda en segundo lugar y la suma de escaños junto a los socialistas se acerca a la mayoría absoluta o, cuando menos, supera al binomio PP-Ciudadanos.

El PSOE andaluz, con su líder, Susana Díaz, asumiendo todo el protagonismo, no está dispuesto a un Ejecutivo presidido por Iglesias. Y aunque Díaz sea la dirigente en activo que más presión está metiendo, lo cierto es que la negativa a ser muleta de Podemos y sus aliados es defendida por una parte nada despreciable del socialismo español. Históricos dirigentes como Felipe González o Juan Carlos Rodríguez Ibarra creen que es preferible dejar gobernar al PP, si repite como primera fuerza, que aliarse con el populismo de Iglesias, porque acabaría con el PSOE.

Díaz va subiendo el tono día tras día, con el objetivo de que Pedro Sánchez deje totalmente cerrada una vía que dejaría al PSOE con un papel aún más secundario y preso de los intereses de los morados.

Si el viernes dijo alto y claro que Iglesias "no es de fiar", usando una claridad y contundencia que habitualmente se echa en falta en Pedro Sánchez, ayer sábado la también presidenta andaluza dejó claro que con ella -y lo que representa, que no es precisamente poco- que no cuenten para esa aventura.

Y para argumentarlo, Díaz tiene argumentario de sobra. No en vano es presidenta de Andalucía, la comunidad que más luchó por la igualdad de los territorios en la Transición y que tuvo su expresión máxima en la consecución de la autonomía por la vía del artículo 151 de la Constitución.

Con ese sólido armazón, con el 28-F por bandera, para Díaz fue sencillo afirmar que "los votos de los andaluces no van a servir para pagar un peaje a las mareas, a las confluencias ni los privilegios de (Ada) Colau".

Y es un discurso que en Andalucía no es baladí. Los andaluces, que sólo han confiado su autogobierno al socialismo, identifican al PSOE-A como el garante de que no hayamos sido españoles de segunda. Y no sólo los andaluces, sino detrás de nosotros, todos los españoles que llegaron a la autonomía por la vía del artículo 143.

Iglesias y los suyos decidieron ya en la campaña anterior que para ser primera fuerza en Cataluña, y ahora también en Euskadi, había que ceder a las posiciones independentistas. Y las encuestas dicen que eso funciona electoralmente: basta ver el pronóstico del CIS en esas comunidades.

Pero el PSOE no puede asumir ese rol. Susana Díaz lo sabe y no está dispuesta a permitirlo. Pedro Sánchez debería, pero su cortoplacismo de superviviente hasta ahora le ha cegado para decirle rotundamente no a Pablo Iglesias. Veremos si antes del fin de campaña el gato caza al ratón.

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