Sorprendente ha sido para muchos la irrupción de Teruel Existe. Un partido que ni siquiera es partido, simplemente una agrupación de electores. La marca aragonesa ha sido la vencedora de las elecciones en su circunscripción, consiguiendo el primer escaño al Congreso y dos asientos en el Senado. Si el reparto de la Cámara Baja se hubiera llevado a cabo sólo con los votos de las capitales, Teruel Existe se habría adjudicado los tres diputados que le corresponden a una de las provincias olvidadas de España. A pocos debería sorprenderles este sorpasso con reivindicativo acento chovinista del Bajo Aragón. Y muchos, en cambio, deberían echarse las manos a la cabeza viendo la falta de iniciativa política de Andalucía y sus provincias. Granada incluida. Los indicadores económicos y las tasas de desempleo tendrían que ser suficiente para que la movilización ciudadana buscara el salto a las instituciones. Por no hablar de infraestructuras. Se perdió el tren hace décadas, y no el ferrocarril, y ahora parece que nadie está dispuesto a retomarlo. Andalucía y Granada no tienen ni voz ni voto ni iniciativa para cambiar el rumbo de su propia historia en el Congreso. Teruel, Canarias, Navarra o Cantabria sí.

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