La última reordenación de las líneas del autobús urbano en la capital entró ayer en funcionamiento. Los cambios, no cabe duda, tratan de responder a la demanda de los ciudadanos, al menos así lo reflejan desde el Ayuntamiento de Granada, que apunta hacia la necesidad, en especial, de conectar a los vecinos de la zona Norte con el centro de la ciudad y facilitar su llegada al centro de salud de Gran Capital (N5). También se dice que es una vieja reivindicación de los residentes en los alrededores de la calle San Juan de Dios, que cumplían 13 años sin que el bus urbano pasara por allí. Luego está la fusión de las líneas N4 y 21 (con este último número se quedará) para dar servicio al barrio de Albayda con el centro, y la ampliación del recorrido del 11, que se adentrará por el Zaidín y el distrito Genil, también para acercar a los granadinos al centro. Pues nada, todo por el ciudadano, que es como debe de ser. Lo que sucede es que con tanto cambio -desde el adiós de la LAC y la vuelta a la numeración antigua- quizá más de un usuario del bus acabe mareado. Saquen conclusiones escuchando al pie de las paradas.

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