Al parecer este año las muñecas de Famosa, disculpen la publicidad encubierta, no se dirigirán al portal para dar al niño su cariño y su amistad pues, aunque eran solo tres las muñecas que salían en el anuncio, si sumamos el padre putativo, la madre, el niño y los tres magos guiados por el cometa ya está completo el cupo permitido para la reunión familiar. A los pastores, siempre solitarios ellos, tampoco los vamos a esperar, mejor se queden en el monte con su zurrón y sus ovejas.

Henchidos de moral de victoria, y siendo siempre positivos, hemos de alegrarnos por no tener que aguantar las bromas del jefe en la comida de empresa, en el supuesto que nos queden algunas empresas abiertas para las fechas navideñas. Además tengo una duda existencial: ¿podrán estar las 12 uvas juntas en un plato o tendremos que separarlas en dos platitos, seis y seis?

En serio: ¿Se puede hacer algún pronóstico a sesenta días de la Navidad? Sobre la enfermedad que nos azota, y sobre todo aquello en que se nos dice que las decisiones se toman según criterios científicos, me da la impresión de que la ciudadanía está ya bastante harta de los políticos. Escribía Max Weber, en el terrible invierno de 1919, que políticos y científicos tienen virtudes incompatibles aunque en ocasiones pueden complementarse. Por desgracia para este país, la formación básica, llámenle educación, dejó de ser prioridad años atrás y lo más que se le ocurre al Ministerio es dar aprobado general para favorecer el esfuerzo. Así, nuestros científicos o se han marchado o malviven. Quizás sea por ello que aún no conozco los nombres de las personas que integran los famosos comités de expertos que asesoran al gobierno, en el supuesto de que en realidad existan. Y para mayor desgracia, la clase política es incapaz de dialogar y de llegar a pactos, sea culpa de unos o de otros, de todos ellos en definitiva.

El presidente lo fía largo para el diez de mayo, parece querer evitarse controles y desea asegurarse lo único que le interesa. A saber: seguir siendo Presidente. Yo diría que como toda la clase política. Si pudiéramos pedir un deseo al tipo ese que entra por las chimeneas en Navidad luciendo un horroroso vestido rojo, le rogaría que convenciera a los políticos españoles para que no volvieran a enfrentarse y, por una vez, pactaran entre ellos. Pero puede que para navidades esté confinado y tampoco vuelva. Vale.

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