'Aquarius': una rectificación virtuosa

La Europa de los valores y de la construcción en común es ahora muy escasa: España, Francia, Alemania y Portugal

Sólo un mes después de que el Gobierno de Pedro Sánchez invitase al Aquarius a atracar en puerto español, el Ejecutivo tuvo que rectificar y admitir que las posiciones unilaterales respecto a la inmigración no conducen a ninguna parte. Contingentes equivalentes a los que este buque suele llevar a bordo llegan casi todos los días a las costas andaluzas. España ya tiene su propio problema con la inmigración, y su situación no difiere de la de Italia, por lo que la primera invitación de Sánchez hubo que entenderla como un artefacto mediático propio de los primeros días de un Gobierno. Después ha llegado la realidad, pero el Ejecutivo español ha sabido reconducir esta rectificación al conseguir que los países no xenófobos de la Unión Europea se hagan cargo de las personas desembarcadas en Malta, donde se encuentra, además, el puerto más cercano al lugar de los naufragios. La cifra de inmigrantes recogidos, son 141, es tan escasa que no permite aventurar que ésta sea una solución permanente, pero es indudable que marca cierto camino. Si el coordinador de la acción ha sido Pedro Sánchez o el presidente Macron resulta indiferente, puesto que sin la primera invitación española al Aquarius nunca se hubiese producido ésta. Ahora bien, la solución demuestra dos hechos preocupantes. El primero, que la Europa de los valores y de la voluntad de construir en común es ahora muy pequeña: apenas Francia, Alemania, España y Portugal, a los que se suman Luxemburgo y Malta. Italia, al menos con su actual Gobierno, ha optado por sumarse al populismo y mirar hacia el Este. Y el segundo, que el esfuerzo es casi infinito si se compara con el logro, que no ha sido más que colocar a 141 personas entre algunos de los países más ricos del mundo. La política migratoria de la Unión Europea comenzó a fallar con la crisis de los refugiados de Siria y se ha agravado con la posición obstruccionista de buena parte de los antiguos países del Este, con Hungría y Polonia a la cabeza. Al Gobierno español sólo cabe pedirle que se olvide de las políticas buenistas que sólo agradan, además, a una parte de la ciudadanía. A nadie se le puede negar un rescate el alta mar ni tampoco una atención médica, pero es que eso es lo que hace España todos los días en las costas andaluzas. El camino a seguir es el de este segundo realojo, el de una política coordinada con el resto de la Unión Europea, cuya dirección, que es la Comisión, aún tiene pendiente el envío de más fondos a España, Marruecos y Túnez para abordar este problema.

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