Calor en las aulas, un problema que se enquista

Nuestros escolares merecen espacios en los que estudiar no sea un martirio y un riesgo para la salud por las altas temperaturas

El calor registrado en Andalucía en los últimos días ha vuelto a poner de manifiesto la precariedad de muchas infraestructuras educativas en Andalucía, que no pueden garantizar una temperatura aceptable para el normal desarrollo de las clases. Nadie en Castilla y León o en el Pirineo aragonés, por poner sólo dos ejemplos, comprendería que en pleno invierno los escolares y profesores se vieran obligados a dar clases sin calefacción. Sin embargo, en nuestra comunidad autónoma vemos cómo es normal que los escolares tengan que acudir en plena ola de calor a unas aulas que no están preparadas para ello. Tanto el profesorado y las direcciones de los centros, como también las autoridades educativas, suelen buscar remedos temporales con los que mitigar este problema: adaptando los horarios sobre la marcha, saliendo a parques cercanos para dar las clases a la sombra de los árboles, etcétera. Estos parches, evidentemente, no pueden esconder un problema que se ha enquistado y al que hay que ponerle ya una solución definitiva. Parte de nuestras infraestructuras escolares no están preparadas para las duras temperaturas del verano andaluz, un problema que, debido al calentamiento global, probablemente se agravará con el paso del tiempo. Una vez más habrá que recordar que, según todos los modelos científicos, Andalucía será una región especialmente castigada por el futuro aumento de las temperaturas, por lo que hay que comenzar ya a preparar nuestras infraestructuras -no sólo las educativas- para poder afrontar un problema que puede ser dramático.

No se trata, como algunos pretenden, de colocar aparatos de aire acondicionado en todas las aulas. Ésta puede ser una solución urgente para edificios especialmente vulnerables, como los prefabricados, pero hay que tener en cuenta también tanto su costo económico como el medioambiental. La solución pasa por edificios bien construidos y aislados, con amplias zonas de arbolado y vegetación en general. Algo que lleva siglos inventado en la tradición de los jardines andaluces. Paralelamente hay que hacer una importante labor pedagógica para que tanto alumnos como padres y profesores sepan combatir el calor con eficacia. Las altas temperaturas no son una simple molestia, sino un problema serio que impide la concentración y la relajación necesaria para el aprendizaje. Nuestros escolares merecen espacios en los que estudiar no sea un martirio y un riesgo para la salud.

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