FP, la eterna asignatura pendiente

La Junta debe aspirar a extender el exitoso sistema dual a todos los estudiantes andaluces de FP

Desde hace ya décadas, son muchas las voces que denuncian que, frente al Bachillerato y la Universidad, la Formación Profesional (FP) es el eterno patito feo del sistema educativo español y andaluz. Aunque esta circunstancia ha cambiado en los últimos tiempos y los estudios de FP están cada vez mejor dotados y valorados socialmente, lo cierto es que aún se sigue haciendo más hincapié en los contenidos teóricos de las titulaciones que en los prácticos. No hay que insistir mucho en que el lugar donde se aprende a arreglar un coche (por tomar un ejemplo clásico) es en un taller, lo cual no tiene por qué ir en detrimento de que los alumnos estudien asignaturas teóricas y generalistas que les ayuden a ampliar horizontes profesionales y humanos. Como en tantas cosas, Alemania ha marcado el camino a seguir con el sistema conocido como Formación Profesional Dual (Ausbildung) al que se acogen casi la mitad de jóvenes alemanes debido a sus excelentes resultados (el 70% de los estudiantes encuentran trabajo al acabar los cursos). Consiste este sistema en alternar formación teórica y prácticas remuneradas desde el primer día, con un salario que ronda los 800 euros. Evidentemente, es demasiado soñar para una Andalucía en la que ser mileurista es ya un privilegio. Pero se pueden ir dando pasos como el anunciado por el titular de Educación, Javier Imbroda, por el que su Consejería va a destinar 3,8 millones de euros (cofinanciados por Europa y el Ministerio) hasta enero para intentar avanzar en la implantación de este sistema en Andalucía. Entre otras iniciativas se va a gratificar económicamente a los profesores que busquen prácticas a sus alumnos en empresas, lo cual está bien siempre que se ejerza el debido control para evitar irregularidades. El objetivo de la Junta de Andalucía en esta materia no debe ser otro que el que cualquier estudiante que lo pretenda pueda estudiar la FP dual, lo que le permite formarse sin suponer un lastre para la economía familiar. Todos, empresa y sociedad, salen ganando.

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