En dos semanas, el consejero de Hacienda de la Junta de Andalucía, Juan Bravo, empezará a mantener reuniones con los diferentes partidos con representación en el Parlamento autonómico para hablar de los Presupuestos de la comunidad de 2022. La elaboración y aprobación de unos presupuestos, sean nacionales, regionales o locales, es el momento más importante del año político, y aunque la historia reciente del país ha demostrado que se puede gobernar años con unas cuentas prorrogadas, lo cierto es que el rechazo parlamentario de éstas condena al Gobierno de turno a un mero ejercicio de supervivencia y a una escasa capacidad transformadora de la realidad, que es para lo que se supone que un partido gobierna. Pero este año, además, el Gobierno andaluz necesita especialmente la aprobación de los presupuestos por dos cuestiones. La primera porque necesita encarar el final de la legislatura con una imagen de fortaleza política que unos presupuestos rechazados arruinaría completamente. La segunda porque en este ejercicio en el que la economía, según todos los expertos, va a experimentar un importante despegue tras los duros primeros años de la pandemia aún vigente, es fundamental que existan unas cuentas públicas que apoyen la recuperación. Andalucía necesita unos presupuestos de 2022 y el Gobierno también. Otra cosa es que el resto de partidos, desde Vox -que apuesta por el adelanto electoral- hasta el PSOE, estén dispuestos a facilitarlo. Aunque el candidato socialista, Juan Espadas, ha remitido una carta al presidente de la Junta, Juanma Moreno, mostrándose dispuesto a llegar a un acuerdo sobre esta cuestión, hay que ser muy ingenuo para pensar que tal ofrecimiento pueda llegar a buen puerto. Por tanto, la pelota vuelve a estar en el tejado de Vox, cuya estrategia de partido pasa actualmente por la confrontación con el PP. Andalucía, como decíamos, necesita en estos momentos unos presupuestos y estabilidad, y Vox debería colaborar. Lo contrario sería difícilmente comprensible.