Sánchez utiliza el CETA para cortejar a Iglesias

El inesperado y desconcertante giro de Sánchez respecto al CETA es una prueba más de su oportunismo político

El inesperado y desconcertante cambio de postura del PSOE respecto al CETA -siglas en inglés del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y Canadá- nos indica hasta qué punto el nuevo secretario general, Pedro Sánchez, está dispuesto a consumar un giro a la izquierda que le acerca voluntariamente al campo gravitatorio de Podemos. Cierto es que en el socialismo europeo no ha habido unanimidad a favor de este tratado comercial con un país con el que, en general, mantenemos escasos intercambios económicos, pero también lo es que el PSOE ha trabajado duramente para que el CETA se aprobase -el pasado martes votó a favor en la Comisión de Exteriores del Congreso-, por lo que este golpe de timón de Sánchez le resta credibilidad a un partido cuya labor en los últimos cuarenta años ha estado fuertemente comprometida con la regularización en clave socialdemócrata de la mundialización de la economía, un proceso que las nuevas tecnologías y el traslado del epicentro mundial al Pacífico hacen inevitable. Con su nuevo discurso antiglobalizador, Sánchez se coloca en este asunto en el bando no sólo de la izquierda radical, sino también de la extrema derecha, cuyos representantes europeos, como el Frente Nacional francés, se han mostrado contrarios al tratado de libre comercio con Canadá.

Asimismo, la decisión de Pedro Sánchez, que se ha tomado sin ningún debate previo en el interior del PSOE -inexplicablemente no ha contado con la opinión de sus eurodiputados-, ahonda aún más la división interna que sufre la familia socialista española, una herida que no ha cicatrizado, sino todo lo contrario, tras el reciente Congreso federal. Ayer ya se levantaron voces críticas de no poco peso, como la de la propia vicepresidenta del Grupo Socialista en el Parlamento Europeo, Elena Valenciano, quien apostó por el CETA como forma de proceder frente a los populistas y a los nacionalistas -justo en los que Sánchez se quiere apoyar para intentar echar a Rajoy de la Moncloa-. Además, Sánchez ha cometido un error garrafal en política: ha dudado públicamente entre el no y la abstención -finalmente ha optado por lo segundo-, confundiendo a la opinión pública y a su posible electorado.

Aunque Sánchez se escuda en el poco contenido social y medioambiental del tratado para mostrar ahora sus reticencias -en su anterior etapa como secretario general nunca mostró objeciones-, otros socialistas aseguraban ayer sus virtudes en estas cuestiones. Mucho nos tememos que estamos ante una nueva muestra del oportunismo de Sánchez.

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